El Túnel




       Lucía ya no recordaba desde cuándo estaba en el túnel, hacía mucho sin duda .Pero sí sabía qué le llevó hasta allí: una acumulación de ansiedades, dolores difusos que no se podían localizar en algún órgano concreto, y temores indefinidos la metieron en él. Y allí permanecía acurrucada, encogida y callada.
       Las paredes eran translúcidas y de un extraño material osmótico por el que se colaban la tristeza y la pena transmutadas en puñales difíciles de esquivar, y que cuando hacían diana era, exactamente, para bloquear la alegría y el deseo. Era extraño, oscuro y húmedo.
      Antes de meterse en él pasó por varias fases. Pidió ayuda a los que le rodeaban hasta que entendió que por más que lo dijera, por más que describiera lo siniestro de su espacio, nadie la comprendería. 
       Al final acabó por serle suficiente palpar a través de las paredes membranosas del túnel y tocar a algunos de los que estaban fuera, ellos no se daban cuenta y lo peor de todo es que no sabía cómo hacérselo ver. Además su alegría su cotidianiedad le molestaba, la enrabietaba ¿Por qué se reían? ¿No veían lo que ella estaba pasando?
       Mari Sol, su pequeña, era la única que podía deslizarse dentro porque aun era niña y sí que veía las paredes y la grieta por donde podía entrar y salir. Cuando se colaba hablaban y hablaban a pesar de que los demás aseguraran que no lo hacían, y se lo comentaban al Dr. Romero cuando la llevaban a verle en su consulta. Mentira, ellos no eran capaces de oírnos, no entendían y pronto Mari Sol, en cuánto cambie su mirada, ya no podrá atravesarlo ni encontrar la grieta de mi túnel.
       En sus paredes hay palabras escritas, dibujadas con diversas grafías pero que, en definitiva, todas significan lo mismo: “Embrutecimiento”. Pero pone: Escitalopram, dobupal, sertralina, amitrptilina, alprazolam, clonazepan…
       A veces, pocas, intentaba buscar nuevas estrategias, se planteaba hacer algo diferente. Ayer, por ejemplo, decidió que, en vez de andar por el túnel de arriba abajo, iba a cavar en las paredes a ver qué pasaba. Igual lograba salir. 
       Palpó un bulto y apretó. Se abrieron una serie de túneles parecidos al suyo, cada uno con un nombre escrito en su entrada: Zeus, Sabina, Georg, Iria, Marga, Fredy…El camino era tan intrincado que no se veía el final; podría llegar a cualquier parte del mundo, quizás cruzaría océanos llegando hasta Asia… se imaginó por un momento en Hong-Kong …
       Todos eran similares y al mismo tiempo diferentes . Alguno incluso más tenebrosos que el suyo, otros estaban decorados como un hogar y sus inquilinos parecían llevar allí mucho tiempo, quizás hasta habían dejado de buscar la salida, los había que tenían huéspedes extraños y unos pocos algo de luz…
       Un día puso la mano sobre la pared y algo ocurrió: Comenzó a oir conversaciones entre los habitantes de los túneles y se identificó con sus experiencias y mientras su mano se mantenía allí apoyada sintió el calor de muchas manos que, como la suya, estaban apoyadas en las paredes . Encontró muchos como ella, muchos a los que no era necesario explicar nada porque conocían sobradamente lo que pasaba y nunca más volvió a sentirse sola. 
       Y ocurría que de vez en cuando alguno de los túneles se quedaba vacío, su ocupante lograba encontrar la salida.
        Algún día sería el suyo.