Un día en mi infancia





Voy camino al autobús
y aunque se siente calor
debo atravesar el parque
antes de que marche el sol.


De pronto un sonido extraño
me lleva a la timidez:
“cua” “cua”
¿un pato ?
y me recuerda a la vez
de que un día yo tuve uno…
¡y me lo hicieron comer!

Mucha “caca” hacía en casa
y eso no era menester
así que mi madre un día,
se quiso deshacer de él.

Y agarrando al infeliz,
de prisa lo fue a “guisar”
con tomate, con cebolla,
y lo puso a cocinar.

Cuando yo noté su ausencia,
rauda pregunté por él
mi madre muy seria dijo:
VOLÓ…  y no lo he vuelto a ver!

Que cosas tiene la vida…
que después de tantos años
ahora recuerde la historia
me hizo infeliz una vez… 
yo adoraba a “mi patito”
¡me lo comí… en “fricasé!

Nota:

Mi nombre es René, y soy el protagonista de esta historia, y siempre estaré vivo, mientras me lleves en tu memoria.







La locura y su memoria histórica

Extraída de Google


       Quería hoy comentaros de forma breve las bondades de otro libro que acabo de terminar, "La locura y su memoria histórica", de D. Juan Sánchez Vallejo, un afamado psiquiatra que fue punta de lanza en la renovación y modernización de la terapia psiquiátrica durante la transición y, previamente, durante el "antiguo régimen", un activo denunciante de los abusos y malas prácticas de la ciencia psiquiátrica en los años setenta y anteriores.
       Creo que todos nosotros portamos en nuestra "carga genética" un atisbo de ese tenebroso arquetipo de la demencia clásica y del horizonte infernal con el que se relaciona, el mundo “manicomial”, digamos que forma parte de nuestro inconsciente colectivo. Y ello es así porque a lo largo de prácticamente toda la historia de la humanidad, al enfermo mental, individuo perturbador de la estabilidad social, se le ha dado un trato hostil y despiadado. Y esto ha venido ocurriendo, al menos en nuestro país, hasta tiempos relativamente recientes.
       De ahí viene el entramado que nos describe el doctor Sánchez Vallejo (no confundir con cierta saga de psiquiatras de apellido parecido a la que precisamente denuncia), testigo indiscutible del aberrante trato dado a los pacientes y la inoperante organización sanitaria de la época descrita.
       El texto desde luego pone los pelos de punta y confirma nuestras peores sospechas. Los hospitales psiquiatricos como auténticas cámaras de los horrores donde el enfermo tenía pocas probabilidades de sobrevivir a largo plazo y ninguna de sanar en algún momento y por tanto poder salir del sanatorio. Terapias absurdas y crueles, medio experimentales. Personas abandonadas a su suerte por la sociedad en general y por sus familiares y amigos en particular. Lugares donde, no en pocas ocasiones, iban a parar algunos disidentes políticos, inconformistas sociales o simples innovadores morales, muchas veces también homosexuales. En fin, gente "rara", desafecta al régimen imperante y enfrentada con el diseño social al uso, que por supuesto acababa, antes o después de su ingreso, mostrando alguna patología mental, aunque fuera únicamente la de no adaptarse por las buenas al modelo que todos debían acatar.
       Bien, esto no es que solo ocurriese en nuestro país, sino que era la tónica general en el planeta (por lo visto en muchos lugares continua siéndolo). Lo que sucedía aquí es que un gobierno como el nuestro de entonces, era más proclive a la inercia científica y poco amigo de las innovaciones y los cambios, de los que siempre desconfiaba. Se resistían las autoridades en el poder a aceptar los avances sanitarios de los países más punteros, provocando que la nación entera quedase poco a poco rezagada en esta vertiente, tanto como en otras.
       En fin, el libro me ha parecido excelente, perfectamente escrito, proporciona al lector una información de primera mano, adaptada a profanos en la materia como es mi caso, que nos hace comprender el meollo de aquella problemática. ¡Muy recomendable! Por otro lado, encuentro bastante meritorio el fichaje de este reputado médico como escritor de nuestra editorial, eleva el prestigio de todos nosotros, sus escritores, y nos sitúa aún más cerca de los grandes grupos editoriales a los que poco a poco vamos dando alcance.
       Sin más que añadir y agradeciendo vuestra atención, desearos simplemente, ¡salud! 




Decían que era prostituta

Extraído de Google


       ...Y yo era un mocoso, y no sabía el significado de aquella palabra; decían que en la esquina de aquella avenida, todas las noches su cuerpo vendía. Y yo la miraba, cuando por las noches pasaba jugando. Nunca bajo la lámpara, le gustaba en la sombra ocultar su vergüenza. La gente murmuraba y algo decían sobre los pecados que matan el alma.
       Al pasar el tiempo, la contemplaba y la fui queriendo cada vez un poco. Cuando interrumpía mi juego de niños, la observaba con mirada franca; para mi su cara de una virgen santa, como las de la iglesia donde yo asistía. Con el paso del tiempo la fui queriendo, cada vez un poco. 
      Decían que era prostituta y yo no sabía el significado de aquella palabra. Un día un muchacho se atrevió a ofenderla, a decirle cosas feas de las que dice la gente; cegado de ira le pegué en el rostro, le pegué en el cuerpo, le pegué muy fuerte, con todo el coraje que llevaba dentro, y ella lo supo; y un día soleado me dio un caramelo y una sonrisa que aquí llevo dentro. En el mes de mayo a la iglesia fuimos y a todos los niños nos dieron blancas azucenas, para entregarlas a Santa María. Caminamos derechos, muy serios y todos la flor a la Virgen dieron. Yo guardé la mía, la oculté en mi pecho, bajo la tierna mirada de la Reina del Cielo Y cuando salimos la escondí en secreto. Aquella noche, después de la cena, tomé la azucena sin decir palabra. La llevé a la esquina de aquella avenida, y casi temblando la dejé en la mano de aquella señora. 
      Ella doblando su cuerpo, me dio un beso en la frente con tanta ternura, y tanta tibieza, que podría jurarles, ¡me sentí en el cielo! Le dije mintiendo con voz temblorosa: 
       ─ ¡Esa flor se la manda la Virgen María! 
       Ella la guardó en su seno, me acarició muy bonito por todo mi pelo. Se perdió en la noche oscura… muy bien lo recuerdo. Muy solo desde aquella noche, desde mi ventana al farol contemplo.



Poetas

Extraída de Google
       Nosotros vivimos en la oscuridad. No en la física; sí en la del anonimato y el desarraigo. Si conseguimos nuestro alimento, somos inmortales, nadie ni nada puede matarnos. Podemos ser el vecino soltero del piso de al lado, ese silencioso ser que de vez en cuando se emborracha y canta a grito pelado durante toda la noche. Somos amables más allá de la amabilidad; altos, delgados, frente despejada, de un mirar penetrante. La profundidad del otro lado de nuestros ojos es inabarcable. Cuando alguno de vosotros intenta acceder al paisaje final del fondo de nuestras almas, ocurre siempre lo mismo, se os paraliza el cuerpo, entráis en el submundo del terror. La caída en el conocimiento es siempre una senda infinita y cruel; y quema como un hierro candente. Así que cuando entráis en contacto con nosotros os quedáis así, quietos, paralizados, aterrorizados ante la inmensidad. Parece que esperarais algo, un último movimiento mortal por nuestra parte; no sé, algo definitivo. Sois el gorrión en el ojo de la serpiente, la polilla ante el calor letal de la llama. Eso sí, somos apuestos. Nos va en ello la supervivencia.
       Nosotros estamos muy cerca de vosotros. Somos incluso vosotros mismos. Nosotros bebemos vuestra palabra, todas las noches, ocultos en las sombras que pueblan las cornisas, muy cerca de vuestra ventana abierta. Algunos nos llaman poetas, otros, vampiros.

Nuestros días

Extraída de Google


     Antes de encarnarnos, Dios nos llama a despacho y nos da a escoger entre bolsa, collar o pulsera. Esa simple elección va a establecer el total de los parámetros de nuestra vida.
      El collar y la pulsera tienen tantas cuentas como días vamos a vivir. Y cada cuenta está compuesta por una palabra con sentido pleno.
       Cuando dormimos, lo que realmente hacemos es abrir la cuenta que nos toca vivir y prepararnos para afrontarlo.
       Pero en la bolsa están todas las palabras sin orden ni concierto. Es el caos. Escribir es esto, el vano intento de ordenar y comprender nuestros días.

La casa de Amsterdam

Extraída de Google
Como una foto antigua
de color opaco y largo,
te miro cuando cazas visiones,
te vivo cuando la tarde llora.


Una casa alta y estrecha,
con un rosal blanco en la pared
se come un amor que pasa por allí;
en ella busco el calor de los tulipanes
que en el mes de marzo cubren el balcón,
frente al puente conscientemente vigilado
por los vaivenes del tiempo.


Desde ella, en el canal de la Prinesa,
tomo un vaso de "geneva" muy fría
y, sin darme cuenta, una raíz
crece desde mis pies al agua.


Procuraré esconder tu recuerdo
en el forro de la maleta,
ésa que parece mi segunda piel,
la que tiene dibujada una libélula.


... de "Las piernas de la libélula", 
Colección "Li-Poesía", Vision Libros, 2007



Suspenso en historia y geometría

Extraída de Google
¿Sabéis por qué sin causa alguna
emergen del olvido entrañables, sutiles,
tenues recuerdos infantiles?


La imagen familiar en claroscuro
del blanco adoquinado de la plaza,
del negro de la sombra sobre el muro.

Y allá en el altozano
la silueta arrogante de la escuela
se recorta imponente sobre el llano.

En la última fila de pupitres,
semioculto detrás de un compañero
una carta de amor garrapateo.

¿Querrías ser mi novia? ¿Cuál será la respuesta?
El frío interrogante, arco ojival quebrado,
me clava su arbotante en el costado.

Hoy nos toca estudiar los reyes visigodos.
Ya se van los monarcas junto a sus mesnadas.
Ya se queda la clase triste y callada. (1)

¡Llegan las matemáticas!
Adiós al mundo de la fantasía
de lo irreal y lo imposible
que todo está previsto en Geometría.

De improviso en la plaza las campanas
transmutan las palomas
en blanca despedida de pañuelos.
¡Se acerca el fin de todos mis desvelos!

La clase ha terminado.
Su mejor compañera,
envolviéndome en cómplice mirada,
en silencio me entrega la respuesta anhelada.

El sí quiero termina con la angustiosa duda
y así fui, en la clase y aquel día,
aprobado en galantes aventuras
y suspenso en Historia y Geometría.


(1) Parodia de una famosa canción popular



... de "Mis personajes se pasean por La Red", Tomo II, 
Colección de Poesía Claves Líricas,
Vision Libros, 2012


Presentación de libros




Reglas rotas







       Voy apuntando en un calendario las veces que mi yo digital se salta las normas de mi yo orgánico. Está claro que hay entre los dos un problema irresoluble, como si la materia y el espíritu estuvieran reñidos, como si la exactitud del número no encajara en la enmarañada selva de los pensamientos. 

      Hay una cadencia de siete días que se rompe de cuando en cuando. Siete es impar. Es como si la inamovible pauta causa efecto en mi yo digital de repente avistara otros mundos posibles. Ahí es cuando rompe mis reglas y todo se tuerce, y llega el dolor.




Aún tiemblo de miedo


       El edificio era muy grande, las oficinas ocupaban la parte frontal, después de un patio seguían al lado derecho la casa habitación del Ingeniero en Jefe, del lado derecho de una matrimonio de una jovencita de 18 años (Ernestina) con ganas de todo, él de cuarenta (Manuel), éste, llevaba su vida como cuando era soltero, luego se ubicaba mi habitación, yo, un estudiante de la escuela Secundaría con catorce años, ignorante de muchas cosas de la vida, por último se situaba la cochera. En la ciudad capital, cada tres meses se realizaba una junta a la que asistían todos los trabajadores, la mayoría regresaba hasta el día siguiente, entre ellos Manuel.
       Ernestina, pasaba las tardes en la soledad de su hogar, leía normalmente novelas color de rosa. Mientras su marido se juntaba con sus amigos, cada tarde en el bar de siempre, regresaba cada noche tarde. Yo, llegaba de mi escuela para hacer mis deberes, preparar algún próximo examen, en ocasiones asistía a un club cercano donde jugaba ajedrez. Algunas tardes de los viernes, iba al cine, varias veces el esposo de Tina me dio dinero para que acompañara a su mujer, a mi me encantaban las películas de vaqueros, a ella las de amor. Siempre terminaba la función a las 21:00 horas, regresábamos a casa y aún no había llegado el marido de ella. Un viernes por la tarde se fueron todos a la ciudad capital, dijeron que regresarían el sábado por la tarde. Manuel me dio dinero para que llevara a su esposa al cine, y así lo hicimos, yo estaba muy entretenido con la película y Tina estaba muy entretenida con mi entre pierna, muy a pesar mío, abandonamos la función antes de que concluyera. Llegamos a casa y ella dijo: 
       — Te invito a cenar. 
      Abrió la puerta y sin dar oportunidad de nada, me arrojó sobre la cama y con desesperación me besaba por toda la cara, mientras se despojaba de su ropa, yo no sabía obrar en esas circunstancias, estaba hecho un inútil, ella me mordía las orejas, el cuello, mientras con las manos me desnudaba. La naturaleza hizo lo indicado, ella continuaba y yo también, en una pausa corrí a mi habitación y antes de nada ella ya se había apoderado de mi cama, fue la primera vez que no me dio sueño en toda la noche. Llegó el siguiente viernes y en lugar de cine tuvimos función en mi cama. Un día le dije que me daba mucho miedo y que ya no quería seguir haciendo esas cosas. 
       — Si no me diviertes le contaré a mi marido lo que me haces cuando el no está. 
      Con mucho miedo, que se me olvidaba por el placer, recorrí los caminos que ella imaginaba, pasaron tal vez seis meses cuando al marido lo asignaron a otra población.

Viejos cines olvidados

       Jaime inspecciona los cimientos del antiguo cine Palafox, sin encontrar justificación alguna al colapso del edificio. Sale al exterior y camina hacia la esquina, antaño recta y estirada, que el tiempo ha curvado dejando desconchados con forma de corazón. La examina con detenimiento. «Nadie como ella sabe de secretos, nostalgias, tristezas y alegrías. Si las esquinas hablasen…», piensa. Y la esquina, al saberse observada, muestra su mejor cara y se desprende de un cartel amarillento, en un intento de despertar los recuerdos de Jaime e implorar clemencia ante el derribo.
       Con el alma encogida, le ve marchar mientras lucha, un día más, por alejar la soledad que se esconde entre el polvo acumulado en su arista.


Lejos




Otoño. Nacen
en la oscuridad, mojan
nuestras mejillas.








       Otoño es cuando la manguera ha sido cortada y el agua no llega a todos los rincones del patio, cuando te tienes que sentar para hacer pis y si te descuidas te orinas encima. Estas lágrimas vienen desde el valle de tu ausencia, y del deseo que sigue estando y que no trae más que una sombra seca que no te quita el hambre. Tú ya no eres él. Él se quedó en el quirófano. 
       La culpa no es tuya, desde luego. La culpa es de tu espejo, que está roto y sangra.






Epílogo

Fotografía de Pistol Wish



Levanto el pecho y giro.
Observo bajo el húmedo puño
donde la letra mordida atardece.

Siempre allí,
no quieren dormir,
palpitan y se retuercen estos ojos insomnes,
difíciles de pronunciar y completarse
como un rugido desquiciado. 
Tras el muro tu viento sostenido,
la luz que no aprenderé a empujar,
surrealista,
donde cruje la madera zarandeando mis huesos
bajo las sábanas como impávidos.
Este equilibrio irracional
que sólo pretende tu llegada.
La duda subraya con doble trazo,
haciendo tiempo,
reloj de horas sobre bocas embalsamadas.
Me seduce con su analfabeto esfuerzo
de muecas y semblantes,
tus párpados al viento cavan la distancia esclava,
sin mi voz de súplica,
caligrafía destinada al fracaso.


Los ojos de la belleza


Ahí donde la ven



Ahí donde la ven, Carmela fue una gran señora. Tenía una pensión de las que salvan vidas por encima del hombro, esas que compran juguetes por navidad y llenan frigoríficos dickensianos. A su edad era cuanto le quedaba, supongo que el único modo que tenía de estar. Pero su generosidad era
siciliana, flotaba como el aceite de oliva y te compraba. Todavía recuerdo aquel discurso suyo en la escalera, escupiendo con el anular de la mano sobre la figura aplastada de un parado de larga duración, cuyo estómago había llenado más de una vez: «¡Escúchame bien, Salvador! ¡Rata desagradecida! ¡Sabes bien que tus hijos han comido gracias a mí! ¡Que los he vestido! ¡Que han tenido reyes porque me preocupé de que así fuese! ¡Los vecinos deben saberlo, deben saber que la pasada Nochebuena tu familia se hartó de langostinos a mi costa y que ahora te niegas a hacerme unos recados!». Tras la reprimenda, Salvador, avergonzado, con una M de mantenido en el hombro, perseguido por el sadismo miserable y ocioso de los vecinos, se refugió en su casa y cerró la puerta. Un año después, pocos días antes de Nochebuena, Carmela sufrió un ataque y amaneció tiesa. Bajaron el cajón de fibra —tan impersonal como una caja de frutas— por las escaleras y nadie volvió a verla nunca más. Esa misma semana coincidí con Salvador. La M casi había desaparecido y, por el modo en que se refirió a la anciana, el rencor también: «Pobre mujer, en la cámara frigorífica como un montón de langostinos, con lo que ella era, porque ahí donde la ven, Carmela fue una gran señora».


En Praga

Extraído de Google
Recorro las calles conocidas
buscando tiendas o museos,
alguno de nuestros lugares comunes;
paso delante del teatro nacional
sin cruzar el puente,
entre adoquines milenarios
hacia el barrio judío.
El caminar del río casi no se escucha
con el bullicio de los turistas y los pintores:
todos quieren cruzar el puente
pisando las antiguas piedras que,
cansadas de su inactividad,
sienten a mucha gente
vibrando sobre ellas y
desean viajar, escapar de su destino.
Me siento en un escalón
del portal de una grandiosa casa sucia.
La tristeza me está tirando del pelo y
siento la necesidad de cambiar mi trayecto,
voy a tomar la primera calle a la derecha
para llegar al museo de Mucha.
Allí, espero encontrar el olor que dejaste ayer,
intentando enfrentarme al día
que me muerde en los dedos.


... de "Las piernas de la libélula", 
Colección "Li-Poesía", Vision Libros, 2007




Ventana

Extraída de Google
Mi papá ha comprado una ventana.
Una ventana muy extraña
que no tiene visillos ni cortinas
y no se abre en la pared.


Una ventana mágica
que siempre está cerrada
y en la que solamente se puede ver la noche.


Y también ha comprado
una varita mágica, aunque él la denomina
mando a distancia.


Con la varita mágica logramos ver de todo:
animales salvajes y partidos de fútbol.


Anoche
pudimos ver una batalla
con cañones y muertos de verdad,
de lo chanchi piruli.
Pero en lo más emocionante
mi papá me mando a dormir.


Yo cometí una travesura
y me quedé mirando
por la rendija de la puerta.


Y ocurrió algo sorprendente.
¡Mi papá prescindió de la batalla!
y trajo a la ventana a señoras desnudas.
¡Qué extraños gustos tienen los mayores!



... de "Mis personajes se pasean por La Red", Tomo II, 
Colección de Poesía Claves Líricas,
Vision Libros, 2012





Yo también siento

       Desde el primer momento que vi a Elisa sentí que habíamos nacido para amarnos. Miraba sus pasos, la forma de mover sus labios, los momentos en que se contemplaba en el espejo sumiendo un poco el vientre y procurando formar una hermosa curva con su cintura y sus caderas ¡Qué mujer!
       El tiempo ha transcurrido y cada día contemplo con tristeza la imposibilidad de que ella sienta algo por mí; me mira y parece no darse cuenta de que existo, mientras yo me muero de deseos de manifestarle el amor que siento por ella. Pero con sinceridad ¿quién se puede imaginar que una chica de veintidós años, tan bonita, se fije en mí? Después de los piropos y lindezas que me dijo la primera vez que nos vimos, han transcurrido semanas y ahora me tiene olvidado; no se acuerda de que ella fue la que me despertó al amor. La verdad es que no soy nadie, no significo nada para nadie Me gustaría poder fastidiar a los que la incomodan todo el día, sobre todo a aquel miserable viejo que parece ser su preferido, que siempre se lo lleva al baño. ¿Qué puede hacer a estas alturas? Creo que nada, sin embargo me muero de rabia al imaginarme a los dos solos, a puerta cerrada en la ducha. Y sigo esperando mi oportunidad, yo sé que le gusto, pero así son las mujeres. No cabe duda, las cosas vienen a su tiempo, mi paciencia ha tenido premio. 
       Hoy por fin acaricié el cuerpo de Elisa. Aún conservo su perfume, qué delicia sentir su piel, rozarla con éxtasis; empecé por su pelo, sus orejas, sus mejillas, su naricita. Me deslicé por su cuello, sentí el dulce palpitar de sus pechos; luego, un vientre terso y tibio. Sus caderas y sus muslos los repasé con cuidado; deslizándome lentamente, bajé por sus piernas y, por último, di masaje con ternura a cada dedo de sus pies. Al final cubrí su pelo, luego con delicadeza me llevó a tomar el sol, colgándome sobre una cuerda para que me secara.

La puerta desafiante

     La puerta permanecía firme, desafiante, viendo como el hombre, dispuesto a ultrajarla, se acercaba. Pretendía conocer el secreto supremo que guardaba celosamente en su interior. Todo era silencio, los pasos se deslizaban por un silencio sepulcral. 
     La puerta observaba los vertiginosos cambios que daba la vida, los errores que cometía el hombre a los largo del tiempo, sin detenerse a analizar y a comprobar las causas de su sinrazón, no quería o no le interesaba conocer las razones de su egoísmo. Únicamente pensaba en sus propios intereses, pretendía, por todos los medios posibles, cruzar aquel umbral, robar lo que había al otro lado y huir de aquella inaguantable soledad. 
     Una extraña sensación le empujaba hacia su objetivo que, por momentos, parecía recular hacia un infinito incierto, difuso, caótico. Por este motivo tenía que llegar, era preciso alcanzar la meta acabando, definitivamente, con las intrigantes sombras que tan sólo pretendían robarle la facultad de soñar.
     No existía ninguna excusa. El hombre, fuera de sí, debía traspasar aquel umbral maldito y, arrepentido de tanta estupidez, recuperar la palabra. luna va introduciendo en la triste botella de su soledad.
     Los poetas hacen chocar sus copas en el inmenso Olimpo de los poemas olvidados. La luna les entrega, dichosa, sus mejores versos.

El príncipe azul

       Conozco a Inés casi desde niña, desde que los dos éramos adolescentes e íbamos en la misma pandilla. Siempre me gustó, era callada y tímida y tenía una belleza un poco exótica, muy morena, con una melena negra y brillante y unos ojos verde oliva que parecían mirar muy dentro. No sé por qué nunca me decidí a empezar algo serio con ella, yo sé que también le gustaba y hubiera estado encantada. Bueno, no es que le gustara, es que estaba loca por mí, yo creo que se enamoró como una tonta. Quizá por eso no entré a saco, porque yo no lo estaba igual y no quería hacerle daño. Me gustaba, claro, pero como me gustaban otras muchas y, no es por presumir, pero todas se me daban muy bien; además algunas se dejaban y ella era de las que no.
       Pero salimos unas cuantas veces aquel invierno, cuando ella tenía quince años y yo diecisiete, como los pelegrinitos de Lorca. Íbamos a bailar a sitios de esos oscuros que había entonces y nos besábamos como locos. Creo que fui el primero que la besé; sí, me di cuenta porque cuando le metí la lengua no se lo esperaba y le dio como mucha vergüenza; cerró los ojos para no mirarme y escondió la cabeza en mi hombro mientras me acariciaba un poco el pelo por el cogote. Me pareció que temblaba levemente, no sé si estaba llorando. Eran los primeros sesenta y las monjas tenían comido el coco a las tías.
       Tardé en volver a llamarla, aunque me apetecía; pero no quería que se hiciera demasiadas ilusiones porque yo me conozco y siempre me pasa lo mismo, me canso enseguida. Pero salimos cuatro o cinco veces más hasta que pasé de ella del todo porque, aunque no me lo decía, yo sabía que estaba cada vez más enamorada. Me dolió pero lo hice; me sentí como un auténtico cabronazo.
       El siguiente verano se hizo novia de otro tío, uno de la pandilla de los mayores, y se acabó cualquier posibilidad. Además ocurrió lo del embarazo ¡Joder, me vinieron a buscar al campamento de La Granja porque me tenía que casar con Beatriz. Yo no quería ni atado ¡Si solo habían sido dos o tres veces y me importaba un carajo la tía! Pero me casé; o me casaron. Y, claro, aquello terminó como el rosario de la aurora antes de dos años. Y en ese tiempo también se casó Inés con el fulano ese de la moto.
       Nos veíamos y yo sé que le seguía gustando o a lo mejor hasta me quería, pero no quise meterme en medio de su matrimonio. Así que casi veinte años después conocí a Espe y me casé con ella; justo cuando Inés se estaba separando, hay que joderse…
       En estos últimos años solo he visto a Inés una semana en verano. Y bueno, digamos que teníamos una asignatura pendiente y una noche, casi sin pensarlo, la aprobamos con nota. Fue mágico, toda una vida perdida volcada en una noche. Me volví loco, tanto que pensé en separarme de Espe; estuve unos días trastornado pero no me atreví. ¡Coño, tengo dos hijos y ya es hora de que siente la cabeza! ¡Cómo he podido ser tan gilipollas, si ella siempre ha estado ahí...! Y yo... creo que la he querido más de lo que creía.
       Hoy me ha llamado. Desde que estoy en este hospital no cojo el teléfono a nadie, no quiero que vengan a verme, no quiero compasión; pero a ella sí se lo he cogido. Se ha enterado de lo mío y me quería dar ánimos. Yo he disimulado, le he dicho que sí, que estoy mejorando, que pronto me darán el alta. Pero me parece que no se lo ha creído; con esta voz de ultratumba que se me ha puesto casi no podía hablar. ¡Me gustaría tanto volver a verla…! Le he prometido que nos encontraremos el verano que viene. Creo que cuando ha colgado estaba llorando.
       Ahora entra la enfermera con los paliativos. Ya solo queda esperar.



Tablas de pino



       Madre e hijo se arrebujan junto a la estufa de leña que hay frente al humilde ataúd de Emiliano. Están solos los tres… no hay más paz ni calor en este velatorio desangelado. El rapaz aprieta con fuerza la mano de su madre. 
       — ¿Por qué se llevaron a padre los hombres malos? Todos decían en el pueblo lo bueno que era.
      — Lo sé.
      — ¿Quién cuidará de nosotros?
      El pequeño solloza y, como si buscara consuelo o respuestas, saca del bolsillo de su pantalón la carta que Emiliano envió desde el penal. “El dolor te hará fuerte…”, piensa la madre. Le arranca la misiva y la lanza al fuego con rabia.
      — Madre…, ahora no podré llorar nunca más.
      — Lo sé.



La luna invita a soñar

     La luna, orgullosa, invita a los soñadores a la última ronda. Los poetas, fieles a la cita, acuden en masa para descorchar las botellas de la ilusión, aquel néctar añejo del ayer se ha ido evaporando con el paso vertiginoso de un tiempo egoísta y ruin.
     La anfitriona anima la fiesta, llama insistentemente a los rezagados y a los que sienten humillados por amores injustos, luchan por escapar de las redes de unas palabras envenenadas, tratan de huir de unas sombras voraces, crueles, que disfrutan con el sufrimiento humano. Todos los males han desaparecer en la hoguera eterna, las sombras han de asfixiarse, no tienen ningún derecho a manipular el sentido de las palabras.
     Ahora, cuando las lentas horas de la madrugada imponen el sosiego y el silencio hace olvidar los gritos trasnochados de una sociedad histriónica, decadente, compuesta de peleles que luchan ellos, es el momento de levantar las copas y brindar por el porvenir, aunque sea incierto. Qué más da! Hay confiar en el mañana, tal vez, el hombre reflexione y se dé cuenta de los errores cometidos. 
     Los poetas se enfrentan con sus incertidumbres y saltan al abismo blanco, al paraíso de sus sueños donde sus emociones dibujan poemas de esperanza. Lentamente saborea la ambrosía que la luna va introduciendo en la triste botella de su soledad.
     Los poetas hacen chocar sus copas en el inmenso Olimpo de los poemas olvidados. La luna les entrega, dichosa, sus mejores versos.

Soria

Extraída de Google







La hoja rojiza
de arterias nerviosas y negras
le rinde pleitesía a mis ojos,
deshabitando el miedo de mi memoria.
Ha caído de un árbol
hecho a golpe de poesía,
en la vereda donde da el sol
y no deja que ningún ruido
altere un amor secreto,
que sin estar oculto
es cosa de este lugar y de dos.
Un olor a tierra seca,
amarillento y ansioso,
camina por el sendero junto al río
salvándome un sueño.




... de "Las piernas de la libélula", 
Colección "Li-Poesía", Vision Libros, 2007




Versos y bicicletas

Extraída de Google






Lamento tener que recordaros que
vivimos en una economía de mercado.



Aurorita se sienta
en la primera fila de pupitres.
Mi corazón se paraliza
cada vez que la miro.


Quizás por eso dicen
que el corazón es el lugar
en donde habitan las pasiones.
Aunque según el profesor
es sólo un músculo encargado
de bombear la sangre.


Ha surgido en el cole
un contrincante poderoso
dueño de una flamante bicicleta.


Escribiendo poemas
de amor a Evangelina
yo trato de vencerle,
y mientras los escribo,
el otro la pasea en bicicleta.


En cuestiones de amor,
no os hagáis ilusiones.
Las bicicletas siempre
vencerán a los versos.



... de "Mis personajes se pasean por La Red", Tomo II, 
Colección de Poesía Claves Líricas, 
Vision Libros, 2012


Maneras de querer


Amor, un solo nombre con demasiados usos,
el diccionario a veces resulta tan escaso…

Igual lo utilizamos para el vértigo
que nos lanza al abismo glorioso de otro cuerpo
sin más dato objetivo que el temblor de la carne,
como se lo aplicamos
a los absurdos sueños que llenan nuestras noches
con una persistente adolescencia,
tan fuera de lugar como de tiempo.

Y no se queda aquí nuestra escasez
en lo que atañe al léxico:
también amor decimos a ese modo
tan vil de hacerse daño
con que a veces se aman los amantes,
en lugar de llamarlo mala baba
que es mucho más preciso.

En cambio no le damos ese nombre
a ese amor que está ahí, discretamente
acogedor y cálido,
compartiendo silencios, soledades,
ideas, inquietudes,
ofreciendo su hombro para el llanto,
respetando la carga de la vida,
el espacio privado y, poco a poco,
apenas sin querer
se vuelve imprescindible.

Ese amor que nos ama sin decirlo
porque no es necesario decir nada.

El Cultural

Extraída de Google


       Es ya septiembre. El cielo está gris. Bajo hasta la entidad bancaria, pero olvido que es fin de semana. Está cerrado. Los sábados y los domingos la gente no necesita dinero, para descansar no se necesita nada; por eso cierran.
       Seguidamente bajo a la librería, que El Cultural me interesa. Hay mucha gente encargando los libros de texto. Me ha pedido uno de mis cuñados que compre el TP. Y ya que estoy, voy a ver si se han vendido mis libros, que le dejé tres copias de mi última novela en junio. Pero no, están allí, en el mismo sitio.



¡Cómo pasa el tiempo!



Alejandro Pérez García
Cariñosamente: Cele.
La fotografía, cedida,
es de su propiedad
Guillermo Martín Rodríguez
Santuario de Sonsoles - Ávila -
La fotografía es de mi propiedad



Roma, 8 del junio del  2011



Queridísimo Cele: 

       ¡¡¡Cómo pasa el tiempo!!! Sí, así es. Pero, mientras ese tiempo va pasando, y deseas ponerte en contacto con un amigo especial y no te es posible por culpa de lo que los médicos llaman diplopia o diplopía, que nada cambia sólo el acento, las cosas se alteran, se modifican, nada es igual, todo es doble y eso trae muchos quebraderos y dolores de cabeza. Me hubiera gustado ser un moderno Josué, sucesor de Moisés en la guía de su pueblo. Mi ambición de parecerme a él no es más que por el deseo de haber podido detener el sol, es decir, el tiempo y mantenerlo en su etapa previa al doblaje de imágenes. De esa manera el tiempo no habría pasado en vano ni se hubiera perdido de forma tan ineficaz, pues incluso mi quehacer, bien que de jubilado, habría continuado su lenta pero imparable actividad: sin prisa pero sin pausa, proporcionándome sus agradables gratificaciones. Pero así son las cosas. No obstante, me gusta recordar a Josué, ese guerrero que doblegó a Jericó, precisamente porque el día fue más largo y Dios se puso de su parte. 
       Precisamente en Josué 10, 12-14 leemos:
       12 Cuando el Señor entregó los amorreos a los israelitas, aquel día Josué habló al Señor y gritó en presencia de Israel: 
       - ¡Sol, quieto en Gabaón! ¡Y tú, luna, en el valle de Cervera!
       13 Y el sol quedó quieto y la luna inmóvil, hasta que se vengó de los pueblos enemigos. 
       Así consta en los Cantares de Gesta (o en el Libro de Yasar):
       "El sol se detuvo en medio del cielo y tardó un día entero en ponerse. 
       14 Ni antes ni después ha habido un día como aquel,
       cuando el Señor obedeció a la voz de un hombre,
       porque el Señor luchaba por Israel". 

       Así traduce este pasaje mi gran amigo, que en paz descanse, el Padre Luis Alonso Schökel en su Nueva Biblia Española, cuya traducción fue publicada en diciembre de 1975. Sobre el Padre Alonso he publicado, como sabes, un libro homenaje titulado "Saberes y Sabores", que este verano, cuando vaya a Ávila (del 3 al 24 de julio) te entregaré para que te deleites, aunque tal vez ya hayas leído el ejemplar que doné a Don Ramiro. Pero deseo hacerte ofrenda de uno a ti, personalmente, como humilde homenaje a mi escritor del corazón, a Cele, a aquel niño regordete y aplicado de El Barraco, hoy adulto y avezado escritor de cuentos y otras lindezas, incluso poéticas, como he podido ver, utilizando la estructura métrica tradicional de rimas consonantes
       Tú que asimilas y absorbes con facilidad y provecho todo aquello que entra en contacto con tu inteligencia viva y despierta, encontrarás, sin duda alguna, en este libro, no por lo que yo digo en él sino por lo que personajes eminentes te ofrecen, alimento suculento para tu inteligencia. Te digo solamente, pues no es el momento de hablar ahora del P. Alonso de manera exhaustiva, que este jesuita madrileño, nacido en los aledaños de la Plaza de la Cebada el 15 de febrero de 1920, puede ser considerado un auténtico ‘polígrafo’, como afirma uno de sus discípulos y colaboradores más estrechos, el sacerdote y biblista vallisoletano Eduardo Zurro Rodríguez: "creía yo en mi adolescencia que el significado de 'polígrafo' convenía exclusivamente a Menéndez y Pelayo. Después he tenido la fortuna de conocer al P. Schökel, verdadero polígrafo por la cantidad y la variedad de sus escritos".
       Palabras que hago mías pues la Providencia me ha consentido conocer muy de cerca a este hombre espléndido, a quien tuve ocasión de escuchar doctísimas conferencias sobre Biblia y teología bíblica, estilo literario y literatura en la Biblia a finales de los años 50 del pasado siglo en el Seminario Mayor de Ávila. Nuestra amistad sincera y leal se consolidó a partir de 1982, cuando lo encontré de nuevo en Radio Vaticano y empecé a trabajar en el Programa Español bajo la dirección de otro jesuita, muy conocido y famoso en televisión española, pues había sido, durante varios años, director de los Programas Religiosos de la misma, P. Javier de Santiago, quien fue especialista también en Dirección de Ejercicios Espirituales o Ignacianos. Dio los Ejercicios a Franco en el Pardo en seis ocasiones. Él mismo me habló varias veces de estas cosas. 
       El P. Alonso iba con frecuencia a los Estudios de Radio Vaticano para grabar sus famosas "Charlas Bíblicas", que iban en onda los viernes por la noche. Sus charlas eran muy seguidas, a juzgar por lo que nos decían los oyentes en sus cartas, que no eran pocas. Su lenguaje era exquisito, clásico, muy castizo y a la vez, variado y muy comprensible. Era un gran dominador de la lengua, del estilo y del léxico. Me recordaba mucho a Camilo José Cela, bien que los temas y los contenidos fueran muy diversos. Hablaba sin leer papel alguno; a veces llevaba un pequeño esquema que en ocasiones luego ni usaba siquiera. Pero, eso sí, siempre llevaba la Biblia, que mantenía abierta mientras hablaba. Y ya se sabe, los que graban algo para la radio, a veces repiten para rectificar errores, de esa forma la grabación sale limpia de toses, tropezones de lectura, pausas largas, entonaciones altisonantes o fuera de lugar, etc. El P. Alonso nunca tuvo que repetir ni una palabra. Hablaba con soltura, buena dicción, buena entonación, con la sencillez de un amigo, de un padre, de un catequista, que te habla con llaneza y cariño a la vez, pero con la profundidad de un hombre de Dios y de ciencia. Sentías como si te hablara sólo a ti, captaba plenamente tu atención, lo seguías como si te llevara de la mano a un lugar que deseabas conocer, gozar de él. Su espiritualidad fuerte, basada en el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, en el Yahvéh del encinar de Mambré, en el Verbo, hecho hombre, muerto por la salvación de la humanidad, se derramaba a través de sus palabras. Nos iba desmenuzando el sentido y la profundidad de la Palabra en el Antiguo y Nuevo Testamento. La duración nunca superaba los seis minutos.
       Cuando, a partir de septiembre de 1987 me pusieron como Director al frente del Programa Español tuve ocasión de estrechar aún más nuestra relación de amistad que se iba acendrando cada día más. Le hice entrevistas para Vida Nueva, sobre todo, y también para las diversas emisiones del Programa Español e Hispanoamericano. Ese trato de amistad me llevó un día a pedirle si me permitía escribir y organizar un libro homenaje a su persona como hombre, como sacerdote y como eximio biblista.
       La tentación de hablar un poco más del P. Alonso se apodera de mí, me subyuga el tema, podemos decir. Precisamente el 5 de mayo de 1995, cumplidos ya los 75 años tres meses antes y con motivo de su jubilación como profesor del Pontificio Instituto Bíblico de Roma, pronunció su última lección, lección "clausural", como él mismo la definió, en oposición a la lección "inaugural", pronunciada en octubre de 1957. Pero dado que te llevaré este verano el libro Saberes y Sabores que preparé en su homenaje, lo dejo aquí ya que en él tendrás ocasión de leer todo lo concerniente a este jesuita ejemplar y polígrafo extraordinario. Espero que podamos coincidir los dos en esos días que pienso pasar en Ávila y así poder vernos junto con Ramiro y conversar con la fruición que engendra el encuentro de amistad. Aprovecho para llevarte también los artículos publicados en Religión y Cultura -que tengo en separatas-, así como el publicado en las Actas del Colloquium Calderonianum Internationale que, con motivo del tercer centenario de la muerte de Calderón de la Barca, se celebró en la ciudad italiana de l’Aquila, los días 16 al 19 de septiembre de 1981.
       A pesar de todo y de mis buenas intenciones, cedo a la tentación y te digo algo más de él, de este hombre que tanto bien ha hecho y me ha hecho. Te transcribo algunos párrafos del libro a él dedicado y que describen los orígenes y motivos del libro-homenaje.
       «Era por la mañana. Debían ser las 10 y media, más o menos, de un martes de mediados de diciembre de 1994. El P. Alonso acababa de grabar lo que sería el último bloque de charlas –unas 12 ó 14, tal era el número de ellas que grababa cada vez que iba a la Radio- sobre la “Poesía en la Biblia”. Estábamos en el pasillo del tercer piso del Palacio Pío, haciendo corro en torno a él, mis compañeros del Programa Español y yo. Se hablaba precisamente de que con las que acababa de grabar había terminado, no sólo la serie o el tema de la Poesía en la Biblia, sino, muy posiblemente, las “Charlas Bíblicas”, dando así fin a 18 años de presencia prácticamente ininterrumpida en el Programa Español y, por ende, en el Hispanoamericano.
       Se hablaba también de la jubilación, ya próxima, y de su última lección en el Instituto Bíblico de Roma. Ésta tendría lugar el día 5 de mayo del año siguiente, 1995, año en que cumpliría 75 años, edad tope, más allá de la cual no se puede continuar la docencia y hay que jubilarse, aunque, como estamos viendo, hay muchos profesores que podrían seguir enseñando e investigando. Tenemos un ejemplo, además de en el propio P. Alonso, en los miembros del Colegio de Eméritos, de Madrid, que han dejado la docencia por jubilación y siguen impartiendo seminarios y dictando conferencias, además de seguir escribiendo incansablemente como Don Pedro Laín Entralgo y Don Julián Marías. 
       Naturalmente, el 5 de mayo de 1995, Dios mediante, yo estaría presente en el Aula Magna del Instituto Bíblico para escuchar al P. Luis Alonso Schökel en su última lección “clausural”, como docente del mismo. Su primera lección, “inaugural” tuvo lugar allá por el mes de octubre de 1957. El día 4 de mayo llamé por teléfono al P. Alonso para que me diera algunos datos sobre su persona y circunstancias de su vida y así poder redactar una nota, lo más completa posible, con la que informar a nuestros oyentes en el Diario Hablado y en el Programa Nocturno de ese mismo día, ofreciéndoles una breve semblanza del P. Alonso, a la vez que se anunciaba el acto académico del día siguiente en el Bíblico.
       En aquellos momentos, todavía de pie en el pasillo, fijé la mirada en el P. Alonso y le vi como distante, ausente. Dejé de percibir su voz y la de mis compañeros y por algunos segundos el ausente fui yo. El timbre de sus voces, sus palabras, incluso sus risas, pasaron decididamente a segundo plano. Todo ello quedaba, como decimos en nuestra jerga radiofónica: en “sottofondo”, casi “sfumata”, como murmullo o música de fondo, hasta que casi dejé de percibirla por completo. Era una sensación tremenda de soledad y vacío, pues no tenía respuesta a unas cuantas preguntas que en rápida sucesión y en forma de reflexión, me fui haciendo. Algo parecido me había sucedido ya con la marcha del P. Javier de Santiago allá por el año 1985, al que recuerdo siempre con un gran afecto y admiración. La figura del P. Alonso desaparecía de nuestro entorno. Al parecer se quedaba en Roma, pero sus relaciones con la Radio cesarían, su colaboración, al menos de manera estable, se iba a interrumpir definitivamente. ¿Qué nos queda de él? Esta era mi primera pregunta. Ciertamente teníamos en nuestro archivo una parte considerable de sus “Charlas Bíblicas”. Podíamos retransmitirlas de nuevo. Dieciocho años de hablar sobre la Sagrada Escritura eran muchos años, aunque la Palabra de Dios no se agote tan fácilmente y se pudiesen abrir nuevas series de temas diversos. El P. Alonso podía estar ya cansado –sus oyentes, puedo asegurarlo, no estaban cansados de él-, y, por ende, desear dejarlo ya.
       El P. Alonso había dedicado muchas horas a nuestra Emisora. Pero ¿qué podíamos hacer nosotros por él? Francamente poca cosa, pues ante una personalidad de su calibre no queda otra alternativa, afortunada y privilegiada para nosotros, que la de escucharlo. No obstante, algo había que hacer. Cuando uno no pone obstáculos a la luz, ésta termina por iluminar tu entorno y hacer que veas y te veas. Pues bien, esa luz hizo surgir en mi mente una idea, mejor, una iniciativa, que me restituyó a la realidad. Volví a sentirme presente. La voz del P. Alonso y de mis compañeros –algunos habían entrado en la oficina y reemprendido la elaboración del Diario Hablado- se hizo próxima, sonora e inteligible.
       Todo había ocurrido en escasos segundos. Con la misma rapidez le lancé al P. Alonso esta pregunta: “¿Qué le parece, padre, si le hago una serie de entrevistas sobre su vida y su actividad tanto docente como de escritor y las publicamos en un libro? Yo creo que vale la pena que usted nos cuente, y se conozca, la historia de la investigación bíblica y exegética de estos últimos casi 50 años, con referencia especialmente a su intervención en la misma”. El P. Alonso, la verdad sea dicha, tampoco pensó mucho la respuesta y me dijo: “Hombre, pues sí. No estaría mal. Me parece muy bien”. Esta fue la génesis, la antecedencia de este libro, original y novedoso en su estructura, muy humano y rebosante de afecto. Un libro espontáneo donde hay muchas cosas y en el que, solicitadas por mí, intervienen muchas e ilustres personas, amigos, discípulos, colaboradores, admiradores del P. Alonso. 
       La conversación del pasillo hizo que mis relaciones con el P. Alonso se hicieran aún más estrechas y frecuentes. Hasta entonces habían sido unas relaciones de tipo telefónico para acordar el día y la hora en que debía realizar la grabación de sus Charlas, cosa que ocurría tres o cuatro veces al año. En ocasiones hablábamos un poco sobre posibles temas que iba a desarrollar, aunque era él quien los decidía, teniendo en cuenta los estudios o las publicaciones que tenía entre manos en aquellos momentos. Caminamos lentamente por el pasillo hasta el ascensor. Mientras tanto, íbamos hablando de la iniciativa que le acababa de proponer. Le noté entusiasmado con la idea. Quedamos en vernos y charlar sobre este asunto».
       «En uno de nuestros coloquios durante la gestación del libro, llegado el momento de pensar en el título, yo le propuse el que tenía previsto y que, de hecho, ya había puesto en la portada de la copia que había elaborado en el ordenador: El sabor de la Palabra. Al p. Alonso le gustó mucho el título; le pareció muy bien. Pero a los pocos momentos, tras pocos segundos de reflexión, me pidió que lo cambiara «pues el vocablo palabra, dijo, aparece con frecuencia en los títulos de mis libros y artículos».
       Yo no me mostré muy inclinado a cambiarlo. Él lo notó sin que mediaran palabras por mi parte. Nos miramos unos momentos, bolígrafo en ristre, y llegamos a un acuerdo tácito: forjar un título en el que quedara la palabra «sabor» y se substituyera el vocablo «palabra». Escribió algo en un papel y me lo tendió: «¿Qué te parece?». Había escrito el título: Saberes y sabores. La semejanza fonética y la plenitud de contenido, además de ser la expresión más acabada del compromiso alcanzado, me hizo aceptarlo gozoso sin dilación alguna. Me gustaba. Y le dimos ese título.


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       Pero no era esto de lo que yo quería hablarte. Como ves, no se me puede dejar solo. Creo que esto va con la vejez. Las arrugas del rostro nos propinan una metáfora que puede explicar la dispersión, la desviación, la fuga de unos temas a otros, como sin rumbo fijo, saltando de uno a otro, siempre por culpa de alguna asociación de ideas o palabras. 
       Bueno, en realidad, el paso del tiempo sin haberme dejado “ver” o “leer” ha sido debido a una serie de factores que me han tenido preocupado y apenado durante largo tiempo. El primero de esos pesares se ha concluido, si es que cosas así concluyen… con la muerte de un primo hermano mío, casado en Canarias, con el que siempre he tenido una relación muy estrecha. Tenía 63 años. Un cáncer de estómago. Dios se lo ha llevado. Ha sufrido mucho durante más de un año. Luego mi hermano. No está bien. No se sabe qué es lo que tiene en el hígado. Los médicos no acaban de identificar de qué se trata. Tememos lo peor. Dios no lo quiera. Han decidido hacerle una incisión para realizar una biopsia y ver qué es. Y así estamos. 
       (Pero a estas alturas, pasados ya cuatro años de la redacción de este coloquio contigo (8 del 6 del año 2011) necesario e intimista, amistoso y profundamente fraterno, debo decir que lo peor apareció y se consumó. Mi hermano falleció el 11 de mayo de 2012. Tenía 68 años).
       Yo voy tirando. Ya te he dicho que pienso ir a España en julio. Espero que lo de mi hermano se resuelva positivamente. Pero, como acabo de decir, terminó llevándoselo el Creador para que, como ejemplar maestro de escuela, continuara desempeñando su profesión, que tanto amaba, entre los niños que desde el Limbo pasan al Cielo, de forma ininterrumpida. Así lo veo y percibo yo. Y seguro que así es. 
       Desde el punto de vista de la actividad intelectual, aunque nunca he dejado de curiosear y ver cosas, la verdad es que no me he podido entregar de lleno a nada concreto, pues la vista me está fallando por culpa de esta diplopía que me aqueja y me invalida en una proporción bastante notable. El ojo izquierdo trabaja mucho más que el derecho pues tiene que adaptarse a éste para conseguir, en lo posible, una visión de los objetos más acorde con la realidad. Aparece todo siempre un poco desenfocado y, encima, se duplica la imagen.
       Después de casi año y medio han resuelto, no el problema en sí, pues la diplopía sigue, sino la visión. Me han cambiado los cristales de las gafas, manteniendo la misma graduación pero añadiendo dioptrías de prisma. Es decir que orientan la visión unificando y coordinando la conjunción de ambos ojos. Esto hace que pueda conducir, cosa que no podía hacer desde hace más de un año y me puedo mover con soltura por la calle sin peligro alguno. Piensa lo que supone ver dos postes de farola, cuando en realidad es uno solo, colocado en medio de la acera por donde vas caminando. En más de una ocasión he ido contra el de verdad, dándome un buen testarazo, como decía mi madre, pues no lo percibía como real, pero en verdad lo era.
       Una cosa es cierta: parece que psíquicamente estoy muy bien pues ni siquiera he tenido atisbos de depresión, cosa que temía mi mujer. En realidad, y dentro de mí, lo temía yo también pero mi optimismo inveterado me ha sostenido. A esto hay que añadir –perdona si te cuento esto, es una forma para compartir algo que llevo dentro y me va resultando pesado y duro de soportar- que cada día tomo unas 15 pastillas. Pastillas que son decisivas para el mantenimiento de un “statu quo” saludable a nivel cardiológico, angiológico y diabético. Debo mantener una alimentación controlada a base de verduras, proteínas y un mínimo de grasas. Y esto lo organizo yo pues Stefi y Mari Luz trabajan y no me pueden seguir en ello. Y mi suegra… no quiero que se encargue de mi alimentación pues se pone muy nerviosa, ya que piensa no estar a la altura de la tarea. ¿Quieres que te añada algo más? Pues sí, aún hay algo más. Cada tres o cuatro días, indefectiblemente, tengo que controlarme la glicemia y la tensión sanguínea, control que realizo cuatro veces en esos días: En ayunas, dos horas después de desayunar, dos horas después de comer y dos horas después de cenar. Y todos esos controles los verifico con su respectivo pinchazo en una de las yemas de los dedos de la mano izquierda, alternándolas, para que brote una gota de sangre que deposito en un aparatito que en cinco segundos me da el resultado. Pero no termina ahí, pues todos los días me tengo que poner dos inyecciones en el vientre, una antes de desayunar y otra antes de cenar. No es insulina, sino una medicina llamada Byetta, americana que ha salido hace dos años y que ayuda al diafragma en la producción de insulina. Y esto todos los días, todos…
       Como ves tengo mucho que hacer. Y si quiero seguir contemplando las maravillas de este mundo y conversando con amigos como tú, aunque sea muy de tarde en tarde, no puedo descuidarme. Por eso me cuesta mucho viajar, pues tengo que llevarme una serie de aparatitos para medir la glicemia y la tensión, además de la gran cantidad de cajitas de medicinas… nada agradable pues debe hacerse incluso a horarios más o menos fijos. Y sin olvidar que he nacido en 1938 y que calzo, por este año, un pie de 73 años (en estos momentos he superado abundantemente el número: 77), “¡que ahí es ná!”, como diría un castizo de Lavapiés.
       Como ves un desastre. De todas maneras, pienso ir este varano a mi Ávila, esperando que mi hermano esté bien. Bueno y si no lo mismo, pues voy com mayor razón. Necesito verlo, pasar con él unos cuantos días. Dios dirá. Y como ves, Dios ha dicho y su Palabra es ley, pero para el cristiano se conjuga estrechamente unida al verbo amar, pues Dios es Amor, afirma San Juan Evangelista, y su voluntad es expresión de decisiones que no son otra cosa que obras de amor.
       Un tema característico de los escritos de san Juan es el amor. «Por esta razón, afirma Benedicto XVI en la audiencia general del 9 de agosto de 2006, decidí comenzar mi primera carta encíclica con las palabras de este Apóstol: "Dios es amor (Deus caritas est) y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, 16). Es muy difícil encontrar textos semejantes en otras religiones. Por tanto, esas expresiones nos sitúan ante un dato realmente peculiar del cristianismo. Son palabras que infrunden consuelo en los corazones afligidos.


§ § § § §


       Veo, por lo demás, que tu actividad literaria sigue viento en popa. Cuánto me alegro de eso. Y además eres un buen entrevistador literario, que no es fácil. No conozco a Antonio Castillo-Olivares Reixa, ni a Mila Aumente. Creo haber visto en la librería española “Sorgente”, de Plaza Navona, el libro de esta escritora: “El funeral de un cobarde”. Espero encontrarlo en Ávila y adquirirlo, lo mismo que “Cercle – Al otro lado de los Pirineos” y su segunda parte “Cercle – Por los montes ibéricos”. Me apasionan las novelas históricas, y si son de época medieval, tanto mejor.
       Pero he visto que en poesía, como te he dicho ya alguna vez, si no recuerdo mal, eres magnífico. Una versificación técnicamente perfecta y llena de lirismo, ese lirismo que, a pesar del tema que desarrolla, que podríamos llamar “social”, es tan humano que sin espejismos ni vuelos pindáricos, despierta sentimientos, imágenes, visiones que sólo la humildad de la persona humana, la de todos los días, puede despertar, pues muchos encontramos rasgos de identificación personal, al menos deseados, como la “honradez”. Quien la posee puede ser definido “hombre cabal”, adjetivo casi en desuso, tal vez porque la “integridad” que caracteriza y define al hombre cabal es un vocablo, un substantivo de tanta substancia que no nos atrevemos a afrontar su contenido y menos a aplicarlo a una persona. Por eso cuando se llega a aplicar es porque esa tendencia a la perfección de algunas personas ha alcanzado una cima tan elevada, que no dudamos en aplicarla. Pero todo esto, si no dicho sí sugerido, colma los deseos y hasta los anhelos más profundos del ser humano -de algunos seres al menos. Y es que la lectura poética es indolora, penetra suavemente, despierta y desata, pero nunca vientos ni tempestades, pues la poesía tiene tiempos y dimensiones más profundos y remueve lo que se anida en el alma, en los latidos del corazón. 
       La poesía verdadera no zarandea ni estremece al ser con estertores de vendavales, sino que penetra acariciando y despertando vientecillos y brisas en las laderas de nuestros entresijos, sacando a la luz nuestros desencuentros para congraciarlos con la vida, con los hombres. Esos reencuentros se fraguan y consolidan, en la persona de fe, apoyándose en la Palabra, en ese Verbo que nos ha dado dimensiones sobrehumanas, filiación divina. Por eso la poesía es la palabra que más se acerca a la Palabra, tanto para el poeta como para el que lee o escucha. Decía Dámaso Alonso que la poesía, sobre todo, tiene dos autores: el poeta, y el lector, o el que escucha. Cada uno de ellos tiene su función. Sabemos lo que hace el autor, pero nunca sabremos lo que ha provocado dentro del lector. Seguramente éste ha dado nuevos contenidos a las palabras; le han sugerido nuevas imágenes, diversas en su mente a las que aparecen plasmadas en los versos. Nuevos sentimientos, nuevas emociones, nuevas asociaciones e ideas, incluso percepciones de opresión y de explotación, que despiertan resquemores pero nunca odios ni venganzas. La poesía no pesca en aguas emponzoñadas, aunque pueda indicar dónde se encuentran aquellas, como aviso de caminantes. Nunca estimula ni propone como modelo aquello de que “a río revuelto, ganancia de pescadores”. La poesía es un hontanar de aguas siempre limpias, frescas, inagotables, vitalizantes, purificantes, cuyo remanso hace de espejo al alma tanto del poeta como del lector, quienes, en cierto modo, se unen, se entrelazan, se fusionan, se viven y secretean en silencio y con los ojos cerrados, cogidos de las manos, captados ambos por la palabra en la Palabra, ocasión única, sublime.
       He leído “Un instante inexorable” y el comentario que te ha hecho Emilio Porta. Estoy totalmente de acuerdo con él. La condensación es tu fuerte. Una condensación artística en la que se unen detalles imprescindibles para captar plenamente la visión de conjunto que en tan poco espacio se almacena. Tus cuentos son como las miniaturas de los manuscritos medievales que cuanto más las miras (o más los lees) más te gustan, pues en cada visión (en cada lectura) descubres algo nuevo que en la visión o lectura anterior no percibiste. Pero lo que se nota de manera inmediata es la emotividad que despierta. Una emotividad que si sabes controlarla no te pierdes en los meandros de la melancolía y de la tristeza, impulsado por la turbina del sentimiento que acelera el contacto con la muerte. Ese control busca el equilibrio entre racionalidad y emotividad. No siempre es posible encontrar ese equilibrio bien balanceado. A veces, inevitable e inexorablemente, vierte hacia un lado más que hacia otro, especialmente cuando la emoción alcanza momentos álgidos. Pero si lo consigues, las perspectivas que se descubren en la lectura de tus cuentos son inmensas, detalladas, como si usaras una lente de aumento. Las cosas se colocan en su sitio, no tanto en la trama, que ya lo están, sino dentro del que lo lee, dentro de mí. Y aquí, supuesto ese equilibrio razón-emotividad, inicia una actividad nueva: el diálogo serio y constructivo, alentador y enriquecedor con el autor, contigo, querido Cele. 
       La emotividad, ya lo sabes, cuando es predominante, no es eficaz y es como si estuviera caminando sin apoyar los pies en el suelo. Es, como se suele decir, “estar en las nubes”, pues falta el contraste con la realidad, marcada por la razón y las potencias del alma que la sostienen, es decir: memoria, entendimiento y voluntad. Pero cuando predomina la razón de manera absoluta, se peca de racionalismo, dando a la razón la única forma de explicar las cosas, excluyendo –en la visión cristiana- la revelación, por ejemplo; o se peca de realismo y no es bueno reificarlo o cosificarlo todo. En definitiva, el control y equilibrio de la emotividad y de la racionalidad es la base para el diálogo -que no monólogo- interior con el autor, contigo aunque tú no intervengas personalmente , pero estás presente en tu cuento, en tu poesía, en tu escrito. Ésta, quizás, sea una manera de abordar la crítica textual poco tenida en cuenta hasta el momento, si es que alguien la ha tenido en consideración alguna vez. A través de ella se llega a ser “coautor” del texto, según lo indicado por Dámaso Alonso, expresando el lector su propia autoría con ese diálogo interior explícitamente manifestado en un escrito paralelo, si es que lo desea dar a conocer. 
       Los comentarios que las técnicas modernas permiten añadir a los escritos en los blogs, por ejemplo, son, a mi parecer, algo diverso pues llaman en causa al autor, que responde –si responde, tú eres de los pocos que lo hacen con la sonrisa en los labios, derramando simpatía y afecto a raudales, además de sabiduría- con mayor o menor extensión, tratando el tema concreto desde puntos de vista contrastantes o, por lo menos diversos, tratando de exponer cada uno su idea. La mayor parte de los comentarios o son laudatorios o denigratorios. No forman parte de eso que denomino diálogo interior, exteriorizado, sin reclamar o implícitamente exigir la respuesta del autor. En el diálogo interior están implicadas las potencias del alma, como las llamaba nuestro catecismo de Astete o de Ripalda, conceptos psicológicos como emociones, sensaciones, pensamiento, razonamiento, equilibrio, honestidad de pensamiento, coherencia en el discurso y en la vida, y desde el punto de vista religioso, la fe y la caridad, sin excluir la perspectiva humana, manifestada en un humanismo –con su dimensión transcendente- en el que el hombre, con todo lo que conlleva, esté en el centro… Muy complejo, como ves, como complejo, enrevesado y compliucadoes el hombre. 
       Yo me rindo ya, por hoy. Seguiremos hablando. Yo tengo las manos en diversas masas. Ya sé que el que mucho abarca aprieta poco. Es mi debilidad y eso hace que produzca poco. Pero bueno, algo irá saliendo. 
       Te abrazo fuerte y deseo lo mejor para tus mujeres y para ti. Espero verte este verano en Ávila (3 al 24 de julio) si Dios quiere.
       Hasta pronto. Gracias por estar ahí y hacerme gozar de esta manera tan limpia y tan pura como es la lectura de tus escritos. Ciao. Tu amigo entrañable

Guillermo

Los favores

Extraída de Google

       — Deseo pedirte un favor, los martes y jueves, mi novia sale tarde de clases, ella necesita tomar el autobús con dirección a Tacubaya, en la calle de Nogal, ¿podrías acompañarla a su casa? Son únicamente cuatro, o cinco días.
      Le pareció apropiado, no tenía inconvenientes, tomaría tal vez un poco más de una hora el trayecto de ida y retorno. Se dieron un apretón de manos como señal de que cumpliría lo prometido. Almazán tenía relaciones con Helga por lo menos los últimos dos años, parecía un noviazgo muy estable, siempre en las calles del Campus se les veía juntos, tenían tiempo haciendo planes para su matrimonio que lo materializarían al concluir los estudios, todos sus allegados lo sabíamos. 
       Aquel fin de semana el novio se ausentaría, no sabía la fecha de su retorno, ya que su padre se encontraba muy enfermo en la ciudad de Córdova, Veracruz partiría esa misma noche del jueves. Fueron a tomar café y al despedirse Gerardo le deseó salud para el padre enfermo y Almazán contestó con un ruego: Te encargo mucho a Helga. 
       Tal vez eran las diez de la mañana siguiente cuando Gerardo llegó a su escuela, buscando a quien lo invitara a desayunar, traía en el bolsillo solo un par de pesos y no llegaría dinero hasta la próxima semana. Para sorpresa suya se encontró con Helga en medio de un ramillete de chicas, ella al verlo corrió a saludarlo y a recordarle que sería el sustituto del novio por el fin de semana, o tal vez un poco más. Comentaron de comer algo y se fueron por la calle Eligio Ancona. De pronto dijo Helga: 
       — Después nos vamos a pasar el día a Chapultepec ¿de acuerdo?
       — Bueno - contestó Gerardo, aunque tenía otros planes. 
       En Chapultepec parecían una pareja entre otras muchas que paseaban ese hermoso día, remaron en el Lago y finalmente ella eligió una ruta, pasarían por la parte posterior del cerro del Castillo, se apoyó en un árbol y elevando el pecho mostraba la turgencia de sus senos. 
       — Me tienes miedo ¿verdad? 
       — Tal vez, no me agradaría jugar contigo. 
       — Piensas que algún conocido nos pueda ver, deja de ser pueblerino, vivimos en la ciudad de México, aquí nadie conoce a nadie. 
       Lo tomó por la cintura y apretándolo contra su cuerpo le dio la copa de sus labios, besos eternos llenos de pasión y de deseos. Dejaron el bosque y llegaron a la puerta de su casa, abriendo dijo: 
       — Pasa, te presentaré a mi familia.
       Una vez dentro cerró la puerta con llave y las guardó en su bolso de mano, cogidos de la mano lo hizo recorrer toda su casa, no había nadie, sonriendo dijo: 
       — Solitos todo el fin de semana mis padres se fueron a Guadalajara. 
       Él se encontraba desorientado ante aquella actitud tan natural en ella y tan complicada en su pensamiento. 
       — Te prepararé una buena copa, pondré música, bailaremos, beberemos y nos comeremos mutuamente, ya que no tengo la intención de cocinar. 
       Bebieron y se besaron constantemente. Ella se quitó la blusa y él la camisa, ambos los zapatos. 
       —No piensas en Almazán? 
       — Sí, pienso que se estará divirtiendo con su prima en alguna cama, muy lejos de aquí. 
       — Me pidió de favor que te cuidara. 
       — Yo se lo pedí porque siempre te he tenido ganas, y no voy a desaprovechar el tiempo. 
      Se retiró el sostén y sus senos firmes apuntaban al frente desafiantes buscaban sus labios. Tirándole sobre la alfombra dijo: 
       — ¿Qué pensaría mi novio si te viera? 
       No logró contestarle ya que en ese momento, la desnudez de los cuerpo lo invitaba a dirigir sus pensamientos a otras temas.