Tablas de pino



       Madre e hijo se arrebujan junto a la estufa de leña que hay frente al humilde ataúd de Emiliano. Están solos los tres… no hay más paz ni calor en este velatorio desangelado. El rapaz aprieta con fuerza la mano de su madre. 
       — ¿Por qué se llevaron a padre los hombres malos? Todos decían en el pueblo lo bueno que era.
      — Lo sé.
      — ¿Quién cuidará de nosotros?
      El pequeño solloza y, como si buscara consuelo o respuestas, saca del bolsillo de su pantalón la carta que Emiliano envió desde el penal. “El dolor te hará fuerte…”, piensa la madre. Le arranca la misiva y la lanza al fuego con rabia.
      — Madre…, ahora no podré llorar nunca más.
      — Lo sé.