Carta a los mayores

Extraída de Google



del ministro de bienestar social








Muy señores míos:
Ya han alcanzado ustedes una edad
en la que deberían
ir pensando en morirse.


Resultan muy gravosos
a la Seguridad Social.
Consumen buena parte
del presupuesto
y mantener las residencias
de la Tercera Edad
nos está arruinando,
porque ustedes se empeñan
tercamente en seguir en este mundo,
cuando nadie les quiere.


Por supuesto que yo no les deseo
un amargo final,
hay muertes rapiditas, indoloras
mientras se está soñando.


Y cabe, por supuesto, la posibilidad,
de que exista otra vida,
aunque yo francamente no lo creo.


Según dicen el Cielo
es un parque maravilloso
para jugar emocionantes
partidas de petanca,
para dar de comer a las palomas
y poner a parir a las amigas.


— Por favor señorita:
Vigile que esta carta
sea con rapidez distribuida.
A ver si conseguimos
que al menos buena parte de estos viejos
dejen de darnos el coñazo.






... de "Mis personajes se pasean por La Red", 
Colección de Claves Líricas
Vision Libros, 2012 

EnR. Revista verano 2015

Miguel Ortega Isla

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Motivos para reír



       Estoy sentado en la sillita de madera arrimada a la pared. Con las cuatro extremidades de mi cuerpo correteo toda la casa que es un primor. A dos, como hacen ellos, me es del todo imposible. Lo intento una y otra vez, me tiro de la silla y todo; pero no lo consigo. 
       Mama viene a buscar los restos de mi naufragio cada dos por tres. Ha llegado papa. Se miran, se hablan, pero yo no entiendo nada. Por eso cuando papa me da un beso en la frente, yo suelto una carcajada, la nueva manera de decirles que les quiero.

EnR. Revista verano 2015

María Sangüesa

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Booktrailer de verano

EnR. Revista verano 2015

Mª del Mar López Vaamonde

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Jardín fragmentado

Fotografía de Luis Beltrán

Los arqueros disparan la última flecha,
compro la piel de tambor
que se vuelve centro exacto contenido.
Mi absurda y pacífica ignorancia
come las piedras que a su alimento espera,
retrospectiva del nosotros observados
y al extremo,
la luz se descuelga urgente.

Será que las voces dejan de ser incendio.

Salamanca, España



       Recordando mis indecisiones sobre el sitio en donde vivir para nuestra estancia en España, brincaban de Alcalá de Henares, Madrid, Salamanca, Segovia, Soria y Toledo. Cada una de ellas obedecía a razones culturales. Salamanca era la que contaba con mayoría de los atributos oníricos.
       Por razones que cada vez se fortalecen, vivimos en Madrid, ya pronto serán tres años. Hemos viajado a los sitios originalmente planteados, solo nos faltaban Soria y Salamanca.
       Decididos viajamos a Salamanca, dejando a la Soria de Machado para después, porque sin duda iremos a buscar al Olmo viejo, solo aquel hendido por un rayo, ciudad que debe contener al gran espíritu del poeta. Lo dejaremos para después, así se dieron las cosas.
       ¿Por qué Salamanca?
       Ciudad situada a las márgenes del río Tormes, que diera nombre al Lazarillo tan famoso en la literatura universal. Parados contemplamos desde el puente romano que le atribuyen su construcción a Trajano, tratando de ver a un clochard de los que tan bien describiera Cortázar, imaginar al pequeño y escuálido Lazarillo, conduciendo por los senderos al ciego, y después con el hambre como una constante que lo convierte en pícaro acompañante del clérigo y del fraile, más dados a la avaricia que a los asuntos de la iglesia. No lo vimos, pero si encontramos un monumento que hace perdurable su memoria. 
       Salamanca, célebre por su universidad, en ella estudió el bachiller Sansón Carrasco, según nos comenta Cervantes. 
       ¡Qué papel tan decisivo te tocó realizar! Pensaste alguna vez en la magnitud del drama ¿Deberías vencer a don Quijote? Quien después regresó a su pueblo derrotado, sin ilusiones, aunque Sancho lo animara ofreciéndole una vida de pastores.
       Imaginar a Unamuno como Rector durante aquel memorable acto en que dijera: Venceréis, pero no convenceréis. Por poco le cuesta la vida. Más brillante fue su trayectoria, lo encontré leyendo por ahí, en uno de los corredores durante mi recorrido mientras me encontraba ocupado husmeando por los rincones del recinto universitario.
       Ciudad para soñar, en el jardín de Calixto y Melibea, imaginar la obra de la Celestina en aquel sitio tan lleno del romanticismo a finales del siglo XV.
       Contemplar por las callejuelas caminar a los Seminaristas que van de paseo.
      Levantar la vista a los balcones e imaginar a la Salmantina, que mezcla la costura con el rezo y que solo tiene ojos para el joven que no agacha la mirada, que no contempla la tierra, pero tampoco al cielo, sus ojos negros, solo miran a ella.
       Cuando bajo una ligera lluvia caminamos por las callejuelas del gran recinto universitario me preguntaba:
       ¿Será posible que éste sitio pueda obrar milagros y mi mente se llene de inspiración, ideas, argumentos y metáforas, de la hermosura de una buena prosa?
       La respuesta me acudió rápida, en la frase escrita para esa ciudad:
      Quod natura non dat, Salamantica non praestat.





EnR. Revista verano 2015

Mari Carmen Azkona

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Soledad y silencio

... es propiedad del autor

       Al salir el sol, la brisa se había quedado sola, tímida, silenciosa, como esperando, sumergida -incrédula- en el silencio del pinar, agazapada entre las ramas, a los pies de las cimas de Gredos.
       Las primeras luces del día se habían posado ya sobre el Almanzor -quién sabe por qué a este pico le han dado el nombre de aquel caudillo árabe. Al lado, hay otro, más bajo, al que llaman el “Moro Muza"- envolviéndolo en el luminoso, dorado resplandor, tibio y agradable, del alborear del mes de agosto.
       La noche, incapaz de guardar silencio, -la brisa, por miedo a desaparecer, se había refugiado en las densas copas de los corpulentos y frondosos pinos- se había llenado de relámpagos y truenos, secos, que retumbaban, multiplicados por el eco, en la soledad del Circo de Gredos. Pero aquella noche, agitada, nerviosa, incapaz de conciliar el sueño, había sido el preludio de un día sereno y tranquilo, de airecillo ligero; la brisa, perdido el miedo a ser absorbida por el viento y el fragor de los truenos, decidió bajar de los árboles para encontrarse con la luz, con el silencio, y hacer compañía a la soledad: cielo limpio, entre montañas inmensas, cubiertas de nieve, junto a la laguna, prehistórico espejo de nubes de invierno, de cabras en abrevadero, de nieve, de flores y de sol de verano.
       Circo de Gredos, donde sólo el agua que cae insistentemente, espumosa torrentera, en el "Charco de la Esmeralda", se permite hacer un rumor constante y pertinaz, sin preocuparse de despertar adormilados duendes, geniecillos de la montaña, dueños indiscutibles de aquellas soledades, de aquellos silencios, de aquellas brisas, de aquellos vientos, de aquellas latitudes. No hay tigres. No hay osos. No hay fieras salvajes de esas que tanto abundan en la selva o en la sabana africana.
       Muy de vez en cuando, puede verse correr por las lomas bajas, en rápida escapada, ocultándose entre brezos y piornos, algún que otro lobo, de esos que ya casi no quedan y que, cuando yo era niño, numerosos y hambrientos, traían en jaque a los cabreros, sobre todo en los días, sombríos y cortos, del mes de noviembre, en que la niebla se queda, densa e inmóvil, agarrada a los robles.
       Aún recuerdo las famosas e infructuosas batidas de lobos, de los años 40 y 50 del siglo pasado en las sierras de Puerto Castilla, mi pueblo, y en las montañas de la zona de Barco de Ávila, que forman las estribaciones de Gredos, en la Cordillera Central, que antes llamábamos Carpetovetónica. Este nombre le viene precisamente de los primitivos pobladores de la zona, es decir, los 'carpetanos' y los 'vettones' -siglos octavo y séptimo antes de Cristo.
       "No los cazaremos, pero al menos los ahuyentamos de la zona por un poco de tiempo, y nos dejan en paz", decían resignados los hombres, provisionales cazadores de lobos, que casi siempre volvían deshechos y con las manos vacías. 
       Fuera de los duendes y geniecillos, y, tal vez, de algún sátiro, quien llena las soledades de Gredos y goza de su magnificencia, de su belleza, de su silencio es la "capra hispánica". Magníficos ejemplares de machos cabríos, gráciles y airosos, soberbios y desafiantes, se perfilan, recortándose contra el cielo, en hierática postura, dueños de una de las parcelas de naturaleza más impresionantes, donde lo sublime, lo inmenso, se conjuga con el silencio y la soledad, dando origen y vida, en aquella nunca vista ni oída sinfonía de rocas y de nieve, magnífica catedral de granito, profundo borbollón de fe, que se espeja en las tersas aguas de la laguna, a un cuadro imponente, obra excelsa del Supremo Artista, que sólo puede contemplar, en su conjunto, el águila real, vigilante y avizora, que, con vuelo majestuoso y circular, observa y corona desde lo más alto esta espléndida obra maestra, hecha de silencio y de nieve, de altura y de granito, de brisa suave, de cristalinas aguas en juego de espejos: "El Circo de Gredos"
      Y soplando sobre las copas de los árboles "el austro”. Otro viento del sur y suroeste, que vulgarmente se llama “ábrego”. Este aire apacible causa lluvias y hace germinar las yerbas y las plantas, y abrir las flores y expandir su olor; tiene los efectos contrarios al “cierzo”. El “ábrego” es un viento de España procedente del suroeste, templado, relativamente húmedo y portador de lluvias, de abundancia, de bienestar. Nos lo soplan, al unísono, las Canarias y las Azores
       Gredos, armonía de luz y piedra, expresión mística de la llanada que aspira a ser altura, lugar donde la brisa tiene su morada. 
       Conviene dar a la soledad y al silencio un contenido. Allí donde la quietud es, está la brisa, un suave y leve soplo de viento. Soledad, silencio, brisa, quietud y viento suave, leve. Todo ello, conjuntado, unido, es fecundo.
       En el fondo del bosque de pinos poetiza el “medio fraile” de la Santa de Ávila, Juan de la Cruz. Habla con el cierzo de recuerdos de amores que el austro lleva por doquier, impregnados de los aromas de las flores.
        De la mano del frailecico de Fontiveros, al amparo de una roca, a la sombra de un piorno o de un pino, se pueden desgranar, gustando de la soledad y del silencio, sus versos, los versos de aquel cantar que dice:

“Detente, cierzo muerto; 
ven austro que recuerdas los amores, 
aspira por mi huerto,
y corran sus olores, 
y pacerá el Amado entre las flores”

       Si reclinas la cabeza y, echado, la apoyas en las manos, mirando hacia lo alto, sigues con la mirada la vida que pasa delante de tus ojos. Las palomas torcaces, de suaves arrullos, las tórtolas de insistente llamada, te invitan, llevan tu fuera hacia dentro, te fascinan y encantan, hermosean tu ser entero. Como al esposo, te escapan desde tu adentro amores, goces y deseos sin rumores, en soledad y silencio. Y sigue:

“La blanca palomica
al arca con el ramo
se ha tornado;
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riveras verdes
ha hallado”.


“En soledad vivía
y en soledad
ha puesto ya su nido; 
y en soledad la guía
a solas su querido
también en soledad
de amor herido”.


       La brisa se deja sentir con mayor fuerza. El arrullo de las palomas se oye más intenso. Traen ecos del Arca de Noé, que las envió, mensajeras del Señor, a cerciorarse de la situación de las aguas del diluvio. La palomica regresó con un ramo de olivo en el pico, símbolo de paz y armonía entre la devastadora lluvia y el Patriarca. 
       Una presencia nueva se percibe. Un perfume de tomillo y ginesta invade las sombras. Es la Esposa, que, jubilosa, descubre al Amado, para el que prepara “la cena que recrea y enamora”:


“Mi Amado las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos,
la noche sosegada
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora”.


       Ante este espectáculo, donde lo sublime y misterioso atraen por igual y por igual cautivan, se siente la necesidad de elevarlo todo y con ello elevarse. Convertidos en volutas de espíritu, de la mano del alba, acompañamos a la blanca palomica que al arca con el ramo se ha tornado; a la tortolica que ya ha encontrado a su amor en las verdes riveras de los prados, y que juntos gocen, en solitud y silencio, disfrutando, complacidos, de la música callada, que sólo escuchan el alma y la mente, abrazados por la suave brisa que produce la soledad sonora, llenando de amor y regocijo “la cena que recrea y enamora”, preparada por el Amor de la Esposa, mientras suena en silencio el silbo de los aires amorosos. La soledad y el silencio engrendran paz y amor en el corazón del hombre.
       Mirando hacia poniente, allí por donde el sol va lentamente caminando hacia el ocaso, se perfilan las cumbres, silenciosas, nevadas y solitarias de Gredos. Las alturas, espadañas de piedra, que adornan la inmensa catedral de granito, invitan a recogerse, a orar, a buscarse a sí mismo y, en la búsqueda, nos aupamos hasta los brazos de Dios, quedándonos dormidos en espera de un mañana diverso, más pleno y más fecundo. En soledad y silencio, mientras las atalayas rocosas de Gredos se divierten, contemplando su vestido inmaculado de nieve en el espejo de la laguna, rizada por la suave brisa del caer de la tarde.




EnR. Revista verano 2015

Lydia Cotallo

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Pregón de fiestas

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En 2003, de la mano de Raúl de la Cruz de la Encina, por primera vez desde las elecciones democráticas de 1979, ganaba las municipal...

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Lola Martínez Auñón

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Cuaderno de Bitácora



Hubo un niño sentado en una sillita de madera arrimada a la pared, justo debajo de donde ahora hay un espejo enmarcado ...



Blog asesino

Extraído de Google
Hace ya algunos meses
soñé con un amigo
un famoso escritor
de aguda ironía y original humor.


Le veía
en su sillón desvencijado
con su botella de jerez vacía,
sentado ante la mesa
camilla de encerado pino
donde hizo sus primeros pinitos de poeta.


Apareció entonces,
ignoro de dónde y cómo,
un personaje muy curioso
que dirigiéndose a mi amigo dijo:


— Me conoces ¿verdad?
Soy Satanás.
Me ofreciste tu alma muchas veces,
¿qué te debo por ella yo pagar?


— Quisiera que borrases
del mundo de los vivos
a ciertos personajes.
— Es muy sencillo crea un blog
e invita a esos “amigos” a escribir.
¡Dejarán de vivir!
Porque irán falleciendo poco a poco.


Como os dije
han pasado del sueño varios meses,
y hoy he recibido una curiosa invitación.
¿Querrías enviarme, para ilustrar mi blog,
un ensayo, un poema o incluso una canción?



... de "Mis personajes se pasean por La Red", 
Colección de Claves Líricas
Vision Libros, 2012 



EnR. Revista verano 2015

Leire Olmeda

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Algo más sobre Lilu


He actualizado parte de mi
Web Oficial.
De lo nuevo, me gusta especialmente este
Enlace





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Laura Olalla

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El amor de las piedras


"El amor de las piedras":
acuarela de Laura López


       Recorriendo el viejo ramal ferroviario que unía las minas del Cerro del Hierro, en la sierra de Cazalla, con tierras extremeñas — convertido hoy en una vía natural para excursionistas, un vergel repleto de encinas, olmos y altos pinos —, decidí hacer una parada en el camino para descansar, poco antes de llegar al punto conocido como Cordel de las Merinas. Aquí, un puente de piedra sortea a muy poca altura el caudal del Huéznar, por lo que pude tomar asiento y descolgar las piernas hasta casi tocar el torrente con la punta de los pies. Hacía calor, y agradecí el frescor del agua. Tampoco tenía prisa por reemprender la marcha; el lugar invitaba a ser observado con detenimiento. El blanco de la madreselva, encendido por los rayos del sol, la cortinilla verde de los sauces, el vuelo de los mosquitos, convertidos en luceros del mediodía, el agua saltando sobre las piedras que pueblan el lecho del río, su música..., ante esto uno sólo puede tomar asiento, mirar y sentirse como un invitado agradecido, tal y como hice. El tiempo pasó sin hacer ruido, convertido en una ensoñación más de aquel lienzo fabuloso, y sólo al declinar la luz del sol, supe que las horas se me habían echado encima. Hice entonces el intento de marcharme, pero una visión me lo impidió. Creí que se trataba de un simple efecto de la luz sobre la superficie ondulada del río, una de esas imprecisiones que a veces nos asaltan fugazmente por el rabillo del ojo, y que se marchan casi siempre de forma anónima, pero no, realmente algo se había movido allá abajo, en el sedimento. Una piedra. Y no era la única. Varias piedras más comenzaron a deslizarse bajo el agua, como una colonia de enormes crustáceos. Las seguí con la mirada, una por una, mientras se acercaban de forma perezosa a la orilla y subían a tierra firme. Descubrí que disponían de diez patas perfectamente articuladas, y de un orificio apenas visible que bien podía ser la boca. Ya sobre el musgo de la orilla, iniciaron un extraño baile; giraron las unas alrededor de las otras, con las patas delanteras — aquellas cercanas a la "boca" — alzadas al modo en que danzan los escorpiones, mientras chocaban torpemente sus cuerpos entre sí. El golpeteo de las piedras fue subiendo en intensidad, cobrando cierto aire armonioso, semejante a una de esas jacarillas para castañuela que en tiempos compuso el maestro Santiago de Murcia, y que invitaban a la sonrisa. ¡Vivían! ¡Bailaban! ¡Y celebraban el amor! Luego, una de ellas se alzó sobre su compañera, triunfante, y la poseyó. Las demás también buscaron pareja, convirtiéndose la orilla en un paisaje amatorio imposible de olvidar. El rumor de la piedra contra la piedra dio paso a la canción más hermosa que he oído jamás, pues las piedras no sólo bailan y aman, también cantan, y de qué manera. Un inmaculado coro de voces se alzó desde la orilla y me envolvió: ¿se puede querer tanto? Aquella canción hablaba de un amor eterno, resistente a la erosión del agua o del aire, a los rayos, a la lenta ponzoña de los siglos. Me estremecí, dichoso de conocer la existencia de semejante cuantía.
       Desde entonces, algunas tardes, cuando de repente callan las ranas o cae el aire, y del silencio surge la extraordinaria copla de las amantes, vuelvo a sonreír, y si mi espíritu está maltrecho por una decepción, si ha vivido recientemente los amargores del desamor, renace esperanzado, al recordar aquel lecho bajo el puente, el frescor de sus aguas, la jácara de sus piedras, su canto y su amor eterno.



EnR. Revista verano 2015

José Gerardo Vargas Vega

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Teníamos siete añitos

Extraída de Google

       Fue en aquellas vacaciones de verano escolar, cuando arribó desde Mercedes Texas, aquella niña rubia con problemas para hablar español, nos hicimos amigos inseparables.
       Por las mañanas, cogidos de la mano pasábamos el día buscando mariposas.
      Por las tardes me impartía talleres de besos y caricias.
       Y en las noches, trataba de enseñarme los secretos de las relaciones sexuales.




       Desde esos días, las rubias son mi mayor ilusión.

Conferencia en Madrid

CAFÉ DEL NUNCIO,
DICULTURA
Y
ESCRITORES EN RED



tienen el honor de reproducir íntegramente la 
CONFERENCIA

impartida el viernes 18 de julio de 2015, a las 20:00 horas
por
Santiago Solano Grande
bajo el título de 

EL ESCRITOR EN LA RED
¿CONVENIENTE O IMPRESCINDIBLE?


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EnR. Revista verano 2015

Guillermo Martín Rodríguez

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EnR. Revista verano 2015

Emilio Porta

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101... continuación 1


Lilu suspira entrecortadamente. Parece que fuera a llorar. En su rostro se van perfilando los mohines de un niño pequeño, de un niño desamparado que se hubiera perdido. Y sí, por primera vez en su larga vida post humana, siente en el corazón un amago de congoja, algo que no sabe a ciencia cierta qué es, una sensación que no entiende y que tú, lector, sabrías perfectamente reconocerla: la culpa.
Se sienta en la grada, de espaldas a la ventana que da a la iglesia, con los pies en el escalón de madera. Los ojos miran el ladrillo granate del suelo, la mente en blanco, vacía, alimentando una nada que le sabe a gloria. Se lleva las manos a la cara, se tapa los ojos, inspira hondo, expira con fuerza: una, dos, tres veces.

Hasta que se da cuenta de que Dogo ha regresado.
El soldado boina verde en cuerpo mecánico de perro mueve su cola metálica arriba, abajo, a la izquierda, a la derecha. En un ser biológico estaríamos hablando de alegría. Pero él lo hace sólo para llamar la atención, por no utilizar su equipo de fonación, algo que distraería a su amo, algo irreverente ante la evidente concentración de su rostro.
Trae en la boca una memoria flash en forma de llave. Se acerca a Lilu y la deposita a sus pies. El post humano no hace movimiento alguno, sólo le mira intrigado, primero a él, y luego a la memoria flash. Hay en sus ojos una interrogante que parece no querer formular.
— ¿Qué? — pregunta finalmente. 
— Un viejo dispositivo de almacenamiento de datos — dice Dogo.
— Ya, eso ya lo veo. ¿Pero por qué lo traes?
— Ha roto las barreras defensivas y ha caído justo delante de mí, en la misma puerta de la Casa de la Cultura, en el momento exacto en que me disponía a entrar en el edificio e iniciar los protocolos para despertar a Teknos. Contiene una galletita informática, un cookie para entendernos, un programa que abre un folio en el que hay escrito un texto.
— ¿Y qué dice ese texto? — pregunta Lilu.
— Algo que para mí carece de sentido. Una especie de queja o lamentos por algo de un ser humano de género femenino.
— Léelo en voz alta — ordena Lilu.
— El título del texto es quejido — dice Dogo.
— ¿Y? - pregunta Lilu
         — Y el texto dice así: No me gusta nada esta blusa, tan dura y áspera como un corsé y tan apretada bajo los pechos, y hasta la cintura; y aun así sin realzar nada, pero nada, de verdad, nada, mi figura. Tan sin adorno alguno, ni un volantito, ni un detalle de pedrería, tan a lo simple y sin florituras que casi me siento preparada para acuadrillar ese grupo de lechuguinos que se llaman toreros y que salen ahora a la plaza, tras el caballero de verde estampa, cuando el eclipse de luna total está al caer, cuando la sangre hierve más allá del entendimiento humano.
         — ¿Y qué más? - pregunta Lilu.
         — Nada más. Sólo esas ciento una palabras.
         — ¿Por qué ciento una palabras?
         — No sé.
         — ¿Has analizado el texto?
         — Sí.
         — ¿Y?
         — Pues que se puede descomponer en diecinueve grupos rítmicos de medida impar, ciclos musicales de siete, nueve, y once sílabas.
         — ¿Es un poema pues? — pregunta Lilu.
         — Yo diría más bien que es un cookie malicioso, por lo menos un elemento de distracción.
         — ¿Y qué te lleva a concluir eso?
         — Muchas de las explosiones termonucleares que estamos soportando contienen en su génesis una estructura impar. Demasiadas coincidencias. Algo hay detrás de esta aparente futilidad.
         Lilu no dice nada. En su cerebro biológico se repite una y otra vez el final del texto, con una persistencia inusitada:

         — Cuando la sangre hierve más allá del entendimiento humano, cuando la sangre hierve más allá del entendimiento humano, cuando la sangre...





Artimaña

Extraída de Google
Por presiones externas
tuvieron que abolir
la pena capital,
pese a considerarla
idónea y justa
todos los habitantes
de aquel pequeño estado.


Vigilando la puerta
un alguacil indiferente.
Morbo en la sala del Juzgado
repleta de curiosos.
Alguien intenta contener
la tos inoportuna.
Musita avemarías una vieja.
Hace calor, se masca chicle.


El acusado confesó
ser el autor de aquel terrible crimen,
y fue considerado
por unanimidad culpable.


Habla el Juez: — Este Tribunal,
oído el veredicto,
condena al acusado
a comer cada día
cuarto kilo de dulces
hasta el final de su existencia.
El juicio ha terminado.


Perdón soy forastero no comprendo
sentencia tan absurda.
Lo lógico sería
una dura condena,
máxime en este Estado
en donde hasta hace poco
había ejecuciones.


La pena capital está abolida,
y por lo tanto la sentencia,
amigo forastero,
es razonable, justa
y se atiene a derecho.
Le parece ridícula
porque ignora, señor,
que el acusado es diabético.



... de "Mis personajes se pasean por La Red", 
Colección de Claves Líricas
Vision Libros, 2012 





EnR. Revista verano 2015

Concha Parada Puig

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EnR. Revista verano 2015

Carlos Suárez Hernández

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Mi compadre Tomás

       Mi compadre Tomás tenía todas las cualidades para que las mujeres lo rechazaran, sin embargo sucedía lo contrario, fácil de palabra y con bastante experiencia, pocas lo despreciaban, recuerdo cuando Pepe cometió el error de invitarlo a conocer el sitio en donde vivía. Le rentaba una habitación una viuda de unos cuarenta años, dedicada a perpetuar la memoria del marido: Iba con frecuencia al panteón,ensalzaba sus virtudes, visitaba varias iglesias y atendía a sus canarios.
       Se habían citado para las siete de la tarde y Tomas fue puntual, ya lo esperaba Pepe anticipándose en comunicarlo a su huésped, ella adornó un platillo con galletas, y preparó café. Tomás antes de saludarla de mano, exploró sus posibilidades, halagó el buen gusto de los arreglos de la pequeña sala, y sobre todo la gentileza de la bella dama, al escuchar aquellas palabras, por las venas de la viuda corrió una proporción mayor de adrenalina, sus mejilla cambiaron de color, las hormonas extraviadas por años abrieron archivos olvidados, sintió placenteros estremecimientos cuando él, le tocó las manos. Pepe notó el cambio en su patrona e intentó inútilmente ser el ángel custodio de la rectitud y honor del hogar, mientras la viuda no estaba muy segura de desear cumplir con los preceptos que adornaban su situación. Pronto se percató de que estorbaba, que la batalla la tenía perdida, sin despedirse se encerró en su habitación hasta donde llegaban las risas de placer de la pareja, estos, se habían olvidado de las galletas, del café y hasta de Pepe. Lo que hicieron después, nadie se enteró, ya que se encerraron en la recámara de ella.

Don Quijote cabalga de nuevo

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     Entre el ritmo frenético de la gran ciudad Don Quijote cabalga de nuevo, va de aquí para allá buscando, como un poseso desesperado, los fantasmas que azota a esta sociedad desquiciada. Recorre las largas avenidas tratando de acabar con tantos prejuicios trasnochados, persigue a las palabras embaucadoras que confunden constantemente al pobre vagabundo que sueña con llegar a alguna parte donde poder descansar y olvidarse de que mañana ha de poner buena cara para poder recibir una mísera ilusión.

     Don Quijote ve, con desdén, los rostros que le mira al pasar, desconfía de las manos tendidas de las que parecen brotar esperanzas mágicas, ilusiones ópticas que le hace volver a sus antiguos senderos llenos de magos y aventureros de horizontes difuminados. Entonces contaba con la cordura de un buen amigo Sancho, pero este se fue, se perdió, para siempre, en las páginas de algún libro de caballería en busca de la paz definitiva.

     Los gigantes modernos son más destructivos, su rencor es mortal, y el noble caballero castellano intenta, por todos los medios posibles, mostrarles los versos de la concordia, procura hacerles ver los errores que comenten, no importa que los siglos pasen, el hombre sigue tropezando en las mismas piedras, no comprende los lamentos del silencio, parece ignorar los gritos de auxilio del prójimo, no mueve ni un dedo por sus semejantes. Así es imposible luchar, los viejos ideales desparecieron para siempre.

     Ahora reina la discordia entre los hombres, pero el caballero castellano, con la esperanza por bandera, continua viendo hermosos y robustos molinos de viento.

Alfiler

Poema Perverso

Extraída de Google

La madre aseguraba
que Medea su hija poseía
poderes sobrenaturales,
pero nunca se pudo comprobar.


El infiel
marido de Medea se fugó
con su mejor amiga.
Sin verter una lágrima,
la esposa despechada
se limitó a fabricar
un muñeco de trapo
al que clavó un alfiler.


El tren expreso
con destino Paris descarriló.
Se contabilizaron
cerca de cien personas
entre muertos y heridos.


Al conocer Medea
la horrible noticia
reflexionó sin inmutarse:


Yo no buscaba esto,
debo tener cuidado en el futuro
y no clavar el alfiler
de forma tan profunda.





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Colección de Claves Líricas
Vision Libros, 2012 

EnR. Revista verano 2015




Revista de Verano EnR

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Los dos hermanos

       Nacieron de los mismos padres, en el mismo pueblo, dos años era la distancia de edades. Durante los primeros años era notoria la diferencia pero al pasar el tiempo desapareció, a la escuela asistieron vestidos como gemelos, en eso la madre mujer práctica se evitó muchos problemas, al parecer no había asunto que sembrara la discordia en aquella relación. Un día que nunca olvidaron, sucedieron los acontecimientos que abrirían un abismo en aquella hermosa relación. Jugaban canicas en el piso de tierra con los amigos de siempre, ¿las apuestas?, la canica de vidrio de hermosos colores, contra aquella de simple color azul intenso, ambas eran muy codiciadas, causa de disputas y rencores, pertenecían cada una a cada hermano.
       Un triunfo dudoso armó una gran discusión, Juan Manuel de siete años en un arrebato de cólera cogió la canica de colores, su hermano mayor arrancándola de la mano de su hermano dijo: Ni tuya ni mía y la arrojó sobre los techos de las casas del frente, jamás la recuperaron, por esa razón esa tarde se dejaron de hablar. Al pasar los años, la vida se encargó de marcar no únicamente los rostros y las figuras. Juan Antonio delgado y alto, José Manuel de complexión robusta no logró la misma estatura que su hermano, pero en fuerza y suspicacia lo superaba. Uno más inocente, el otro más desconfiado con los años estas diferencias señalaron sus rostros el uno a simple vista parecía apacible, el otro de nariz corva, ojos pequeños que se entrecerraban para enfocar las imágenes, lo habían marcado con profundas grietas. Han transcurrido algo mas de setenta años y como sucedió aquella tarde, los hermanos no se miran a los ojos, no se dirigen la palabra, permanecen mudos uno frente al otro. Hoy retorné a mi pueblo y los vi después de casi veinte años, ellos pienso que no me reconocieron, fue en la Cafetería González, arribaron con una diferencia de dos minutos escasos, cada uno por su lado, se sentaron en una mesa, cerca de la mía, y en silencio cogieron la carta del menú y después de leerla, cuando el camarero llegó ordenaron el uno Alas de Pollo, el otro Calamares a la andaluza. Continuaron como cada día de todos los años de su larga vida, compartieron en silencio de ambos platos como buenos hermanos, hasta terminar la comida. Al concluir después del café, cada uno pagó su cuenta y abandonaron el local por puertas diferentes, dirigiéndose por rumbos distintos, cada uno a su domicilio de soltero.


Lunares negros




La luz que rompe las nubes
ha encendido la calle.
Brillan lunares negros,
la oscuridad de las aceras.


Unos ojos advierten de la talidomida
que silenció la forma del abrazo.
Tres monedas empapan un platillo
aún más frío que su cuerpo..


El escalón acoge otro mendigo
que no duda en enseñarnos su pérdida.
Su piel larga de arrugas
viste el oxido que le corroe el alma.


La primavera solo acude al violín de un músico,
sus manos sedientas de tanta hambre
lloran sueños de orquesta.


Muy cerca el aire que todo lo puede:
zapatos con sonido a tacón de cine
esconden cualquier mugre.
Un perfume que destila dinero
siempre nos huele a la misma ceguera.


La lluvia cae pero no aclara,
cada vez más lunares negros
sacuden la sensatez de lo humano.
¿Cómo soltar de las aceras tanta negrura?

Perogrullo

No me gusta hablar de lo que no entiendo y para mí la Economía, así con mayúscula, como lo escriben los que saben, es un misterio tan insondable como el de la Santísima Trinidad. Sin embargo, este asunto de Grecia me da la impresión de que se podría resumir en una verdad de Perogrullo: de dónde no hay no se puede sacar; eso lo saben hasta los niños y, por supuesto, lo sabe el Eurogrupo, lo sabe el Fondo Monetario Internacional y lo saben todos los que le dieron unos préstamos que ya entonces estaba claro que no podrían pagar. Por algo lo harían, digo yo.
Cuando una familia pide un crédito a un banco con el único fin de sobrevivir una temporada, no para comprarse un coche de alta gama ni un chalet en La Moraleja, decimos que está viviendo por encima de sus posibilidades, pero es que muchas veces las posibilidades reales de vivir dignamente están por debajo del suelo, porque esa hipotética familia no puede pagar el alquiler ni la luz ni el agua ni el colegio de los niños ni la más básica alimentación; así que, si el banco, aunque conoce esas condiciones, le concede un préstamo, la familia en cuestión se agarra como a un clavo ardiendo aunque se abrase las manos, pensando solo en solucionar el pan para hoy; ya verá cómo afronta el hambre de mañana.

Luego, cuando llega el momento de amortizar el crédito, la familia no tiene un duro porque, lógicamente, antes de a pagarlo ha dado prioridad a sus necesidades básicas, que para eso lo pidió. Entonces lo que se le ocurre al banco es darle otro préstamo con el que enjugue el anterior más los intereses, con lo cual a la familia le queda un pequeñísimo remanente con el que sobrevivir el siguiente mes. Y así, vuelta a empezar cada vez con un respiro más corto, en una espiral diabólica sin fin. Llega un momento en que la familia deja de contestar los requerimientos del banco, deja de coger el teléfono y se encierra, aterrorizada, en una concha impenetrable; a algunos la angustia los puede llevar incluso al suicidio, pero los que resisten poco a poco van venciendo el miedo y vuelven a dormir por las noches, cuando se convencen de que tienen las de ganar precisamente porque no tienen nada que perder.

Los directivos del banco, que son unos señores muy listos, empiezan a hacerle ofertas, a perdonarle los intereses y un alto porcentaje de la deuda, además de ofrecerle un nuevo préstamo mucho mayor con el que enjugarla y que no tendrá que pagar hasta que la economía familiar se rehaga mínimamente; pongamos veinte años de carencia. Los directivos del banco, que, repito, son unos señores muy listos, saben que más vale un mal acuerdo que un buen pleito y que es la única posibilidad que tienen de recuperar algo de lo que prestaron. Por eso, porque de dónde no hay no se puede sacar.

Eso sin hablar de que este gobierno de “izquierda radical” que manda en Grecia, solo lleva seis meses en el poder. Los 323.000 millones de euros que, según EL PAIS de hoy, debía la nación cuando llegó Syriza, sí que es una buena herencia recibida.