Mi compadre Tomás

       Mi compadre Tomás tenía todas las cualidades para que las mujeres lo rechazaran, sin embargo sucedía lo contrario, fácil de palabra y con bastante experiencia, pocas lo despreciaban, recuerdo cuando Pepe cometió el error de invitarlo a conocer el sitio en donde vivía. Le rentaba una habitación una viuda de unos cuarenta años, dedicada a perpetuar la memoria del marido: Iba con frecuencia al panteón,ensalzaba sus virtudes, visitaba varias iglesias y atendía a sus canarios.
       Se habían citado para las siete de la tarde y Tomas fue puntual, ya lo esperaba Pepe anticipándose en comunicarlo a su huésped, ella adornó un platillo con galletas, y preparó café. Tomás antes de saludarla de mano, exploró sus posibilidades, halagó el buen gusto de los arreglos de la pequeña sala, y sobre todo la gentileza de la bella dama, al escuchar aquellas palabras, por las venas de la viuda corrió una proporción mayor de adrenalina, sus mejilla cambiaron de color, las hormonas extraviadas por años abrieron archivos olvidados, sintió placenteros estremecimientos cuando él, le tocó las manos. Pepe notó el cambio en su patrona e intentó inútilmente ser el ángel custodio de la rectitud y honor del hogar, mientras la viuda no estaba muy segura de desear cumplir con los preceptos que adornaban su situación. Pronto se percató de que estorbaba, que la batalla la tenía perdida, sin despedirse se encerró en su habitación hasta donde llegaban las risas de placer de la pareja, estos, se habían olvidado de las galletas, del café y hasta de Pepe. Lo que hicieron después, nadie se enteró, ya que se encerraron en la recámara de ella.