Los favores

Extraída de Google

       — Deseo pedirte un favor, los martes y jueves, mi novia sale tarde de clases, ella necesita tomar el autobús con dirección a Tacubaya, en la calle de Nogal, ¿podrías acompañarla a su casa? Son únicamente cuatro, o cinco días.
      Le pareció apropiado, no tenía inconvenientes, tomaría tal vez un poco más de una hora el trayecto de ida y retorno. Se dieron un apretón de manos como señal de que cumpliría lo prometido. Almazán tenía relaciones con Helga por lo menos los últimos dos años, parecía un noviazgo muy estable, siempre en las calles del Campus se les veía juntos, tenían tiempo haciendo planes para su matrimonio que lo materializarían al concluir los estudios, todos sus allegados lo sabíamos. 
       Aquel fin de semana el novio se ausentaría, no sabía la fecha de su retorno, ya que su padre se encontraba muy enfermo en la ciudad de Córdova, Veracruz partiría esa misma noche del jueves. Fueron a tomar café y al despedirse Gerardo le deseó salud para el padre enfermo y Almazán contestó con un ruego: Te encargo mucho a Helga. 
       Tal vez eran las diez de la mañana siguiente cuando Gerardo llegó a su escuela, buscando a quien lo invitara a desayunar, traía en el bolsillo solo un par de pesos y no llegaría dinero hasta la próxima semana. Para sorpresa suya se encontró con Helga en medio de un ramillete de chicas, ella al verlo corrió a saludarlo y a recordarle que sería el sustituto del novio por el fin de semana, o tal vez un poco más. Comentaron de comer algo y se fueron por la calle Eligio Ancona. De pronto dijo Helga: 
       — Después nos vamos a pasar el día a Chapultepec ¿de acuerdo?
       — Bueno - contestó Gerardo, aunque tenía otros planes. 
       En Chapultepec parecían una pareja entre otras muchas que paseaban ese hermoso día, remaron en el Lago y finalmente ella eligió una ruta, pasarían por la parte posterior del cerro del Castillo, se apoyó en un árbol y elevando el pecho mostraba la turgencia de sus senos. 
       — Me tienes miedo ¿verdad? 
       — Tal vez, no me agradaría jugar contigo. 
       — Piensas que algún conocido nos pueda ver, deja de ser pueblerino, vivimos en la ciudad de México, aquí nadie conoce a nadie. 
       Lo tomó por la cintura y apretándolo contra su cuerpo le dio la copa de sus labios, besos eternos llenos de pasión y de deseos. Dejaron el bosque y llegaron a la puerta de su casa, abriendo dijo: 
       — Pasa, te presentaré a mi familia.
       Una vez dentro cerró la puerta con llave y las guardó en su bolso de mano, cogidos de la mano lo hizo recorrer toda su casa, no había nadie, sonriendo dijo: 
       — Solitos todo el fin de semana mis padres se fueron a Guadalajara. 
       Él se encontraba desorientado ante aquella actitud tan natural en ella y tan complicada en su pensamiento. 
       — Te prepararé una buena copa, pondré música, bailaremos, beberemos y nos comeremos mutuamente, ya que no tengo la intención de cocinar. 
       Bebieron y se besaron constantemente. Ella se quitó la blusa y él la camisa, ambos los zapatos. 
       —No piensas en Almazán? 
       — Sí, pienso que se estará divirtiendo con su prima en alguna cama, muy lejos de aquí. 
       — Me pidió de favor que te cuidara. 
       — Yo se lo pedí porque siempre te he tenido ganas, y no voy a desaprovechar el tiempo. 
      Se retiró el sostén y sus senos firmes apuntaban al frente desafiantes buscaban sus labios. Tirándole sobre la alfombra dijo: 
       — ¿Qué pensaría mi novio si te viera? 
       No logró contestarle ya que en ese momento, la desnudez de los cuerpo lo invitaba a dirigir sus pensamientos a otras temas.