Aún tiemblo de miedo


       El edificio era muy grande, las oficinas ocupaban la parte frontal, después de un patio seguían al lado derecho la casa habitación del Ingeniero en Jefe, del lado derecho de una matrimonio de una jovencita de 18 años (Ernestina) con ganas de todo, él de cuarenta (Manuel), éste, llevaba su vida como cuando era soltero, luego se ubicaba mi habitación, yo, un estudiante de la escuela Secundaría con catorce años, ignorante de muchas cosas de la vida, por último se situaba la cochera. En la ciudad capital, cada tres meses se realizaba una junta a la que asistían todos los trabajadores, la mayoría regresaba hasta el día siguiente, entre ellos Manuel.
       Ernestina, pasaba las tardes en la soledad de su hogar, leía normalmente novelas color de rosa. Mientras su marido se juntaba con sus amigos, cada tarde en el bar de siempre, regresaba cada noche tarde. Yo, llegaba de mi escuela para hacer mis deberes, preparar algún próximo examen, en ocasiones asistía a un club cercano donde jugaba ajedrez. Algunas tardes de los viernes, iba al cine, varias veces el esposo de Tina me dio dinero para que acompañara a su mujer, a mi me encantaban las películas de vaqueros, a ella las de amor. Siempre terminaba la función a las 21:00 horas, regresábamos a casa y aún no había llegado el marido de ella. Un viernes por la tarde se fueron todos a la ciudad capital, dijeron que regresarían el sábado por la tarde. Manuel me dio dinero para que llevara a su esposa al cine, y así lo hicimos, yo estaba muy entretenido con la película y Tina estaba muy entretenida con mi entre pierna, muy a pesar mío, abandonamos la función antes de que concluyera. Llegamos a casa y ella dijo: 
       — Te invito a cenar. 
      Abrió la puerta y sin dar oportunidad de nada, me arrojó sobre la cama y con desesperación me besaba por toda la cara, mientras se despojaba de su ropa, yo no sabía obrar en esas circunstancias, estaba hecho un inútil, ella me mordía las orejas, el cuello, mientras con las manos me desnudaba. La naturaleza hizo lo indicado, ella continuaba y yo también, en una pausa corrí a mi habitación y antes de nada ella ya se había apoderado de mi cama, fue la primera vez que no me dio sueño en toda la noche. Llegó el siguiente viernes y en lugar de cine tuvimos función en mi cama. Un día le dije que me daba mucho miedo y que ya no quería seguir haciendo esas cosas. 
       — Si no me diviertes le contaré a mi marido lo que me haces cuando el no está. 
      Con mucho miedo, que se me olvidaba por el placer, recorrí los caminos que ella imaginaba, pasaron tal vez seis meses cuando al marido lo asignaron a otra población.