La niña que sale del lienzo

       Tras la lectura de Parejas en el espejo, oigo un silbido agradable junto a la biblioteca, de espaldas a la ventana del salón.
       – ¿Quién eres tú que está anidando en mi casa junto a mi madre y a mí? ¿eres alguno de los pájaros del bosque que celan a mi Rebequita?
       – Señor, si es tu canto el que susurra en mi oído, no dejes de darme luz y corazón.
       Mamá duerme…, y yo siempre agradecida y en espera al encuentro de tu voz.
       – ¡Vuelve a silbar avecilla! que tu melodía cierra las puertas al desorden del mundo.
       – Toma mi pensamiento, Señor, bendícelo y otorga libertad, sin paradigmas ni obstáculos, a mi razón.
      – Que el agravio se pierda entre las sombras del instinto renacido.
      – Que tu palabra vista el irreconocible manto de la soledad. Pon tan sólo uno de tus dedos sobre el Poder y la Usura y troca sus voluntades en dádivas.
       – Perdonadme Hnas., que no quiero faltar a la humildad ni socorrer al egoísmo, pero este fulgor que llevo dentro tan sólo se calmará haciéndoos partícipes de mis espacios… ¡Salid a mi encuentro!, ¡buscadme!, ¡encontradme!
       Me doy la vuelta y todo está en orden: el poto, trepando, cual hiedra nueva por las paredes decoradas entre los atrezos de vértices laterales. La unidad de las cosas propagan la virtud de mi mirada; con sigilo hablan. ¿Qué objeto habrá sido el agraciado con la voz amorosa que la providencia pone al servicio del alma?, ¿acaso un pajarillo pintado en un lienzo tiene voz propia?
       La niña que duerme en el cuadro sale de este, observa el horizonte alfombrado por rayos de sol que deslizan su amarillo perlado por una ancha vereda que va descubriéndola la luz de la memoria infantil (acaba de cumplir los ocho años): ¡esto me suena, me suena…! proclama entusiasmada. Corre con su alegría contagiosa, haciendo piruetas en el aire y balanceándose entre las lianas que salen a su paso; al tacto delicado de sus dedos, las cuerdas naturales de los árboles y sus verdes hojas se cubren de un resplandor inesperado que abarca la gran explanada con sus alegres habitantes... Y en el rellano de un sol enmarcado de recuerdo y novedad, abraza a sus amigos los animalitos del bosque. El temor ha desaparecido y salta y brinca como "Ana Banana y su amigo”*
       Rebeca me llama: –¡yaya, yaya…! Cuéntame el cuento de las pelotitas, anda. Su rostro meloso me vence. Nos sentamos en uno de los columpios del bosque y repite: -anda, yayita, por fa, el de las tres pelotillas, ¿vale?; ¡o mejor el de la liebre gudiebre de capirutiebre que se comió el gato gudapo de capirutaco…!
       – Está bien, está bien...
       – Esto era un cuento de sal y pimiento, donde una burra quedó preñada y el burro aún más contento. Pero como no eran religiosos, cuando ésta fue a parir, sólo salieron tres pelotitas, una para Juan, otra para Pedro y otra para quien hable primero. Yo como me llamo Esperanza, consumo mucho humor y tengo las llaves del cielo, con mi felicidad puedo hablar todo cuanto quiero.
       Rebeca aprieta los labios haciendo un enorme esfuerzo para no hablar; se tapa la boca con la mano derecha y pone ojos de misterio. Yo la apabullo con preguntas que la insten a despegar los labios o a sonorizar una carcajada. Pero ella se sabe bien la lección, no quiere comerse la tercera pelotilla que echara la burra en el campo. Al cabo de un rato le digo: –¿quieres un helado?. El sí ha respondido perplejo. Nos reímos a mandíbula llena, mientras le hago cosquillas en la tripa y mis labios repiten: ¡la pelotilla para ti!, ¡la pelotilla para ti…! el recreo comienza.
       La Felicidad se logra con la Esperanza. ¿El consumo nos proporciona humor?. La Religión es otra cosa.
       ¡Con qué alegría me premias, Señor, además de tener a mi madre en casa!


...........0000000000...........



Este relato mereció la:
MENCIÓN INTERNACIONAL PARA LA AUTORA (LAURA OLALLA -ESPAÑA-) EN EL XVI CERTAMEN DE CUENTO BREVE “LETRAS VIVAS”2014 - ARGENTINA. BUENOS AIRES. PRESENTADO BAJO EL SEUDÓNIMO: OLWID