Buzón de barrio


Tiene hambre y está quieto,
siempre en la misma esquina
por donde doblan todos los silencios.

Cuando alguien se le acerca se emociona.
No escatima sonrisas.


Algunos solo ven, cuando le miran,
una curiosa pieza de museo
pero él se siente útil.
No quiere jubilarse, todavía.


Tuvo tiempos gloriosos
en que había trajín a todas horas.
Le gustaba ese ritmo,
pero ahora los mensajes
viajan
de otra forma.


No sé por cuanto tiempo
podré seguir mirándole cuando no se da cuenta.


Una noche cualquiera
lo arrancarán de cuajo, como al resto.
Despertará la calle, en ese instante,
con un crujido de palabras rotas
y lo echaré de menos.