Una viajera en el tiempo



       La vida transcurría plácidamente. Su casita frente al mar y no muy lejos, estaba su lugar preferido, un vergel. Había árboles frutales y otros muy verdes y altos; yo diría que salvajes!! Sus ramas daban la sensación de ser brazos gigantes que querían alcanzar el cielo.
          Cada día, recibía la visita de una grácil y simpática amiga que venía a hacerle compañía, a la vez que le traia hermosas y alucinantes historias, y le refería  todo lo que había hecho durante el dìa. Reían y parloteaban toda la noche, incansablemente, como si no existiese el tiempo, como si Morfeo, no estuviese al tanto de ello.
       Al amanecer, al alba, y cuando los rayos de la aurora tinteaban su piel, sucedía algo extraordinario: su amiga se transformaba nuevamente en una mariposa blanca. Sus alas, con destellos de oro y plata relucían de tal forma al alba, que el sol, eclipsado por su belleza, le daba paso para que alzase el vuelo; y esta ceremonia tenía lugar nunca antes de regalarse las dos una sonrisa, y de citarse con la mirada para la siguiente tarde.
       Y siempre, antes de marchar, ella dejaba un regalo en mi piel: un delicado perfume de violetas, y en la boca…un exquisito sabor a miel!