Estampa de guerras y amores infantiles

Extraída de Google
Teníamos cinco balcones.
Detrás de la escalera principal,  
por querubines escoltada,
la escalera bastarda
conducía a los pisos interiores.  
Lloros,  gritos y risas de la chavalería.
Sin tenerlo prohibido no jugaba con ellos.  


Pero entre ellos había
una chiquilla rubia.
Pálida,  seria,  larguirucha,  
apenas en su boca un gracioso mohín.  


Inventé mil excusas para verla.
Con mi juguete favorito,  
la esperé en el portal.
Jamás vi tanto asombro en unos  ojos  
cuando en silencio le entregué mi tren.
En su universo,  no tenían
previstos los regalos.        


El hambre,  el frío y la metralla,  
se estrecharon las manos
en el segundo invierno de la guerra civil.
Que envidia despertaban las porteras,
que en la acera encendían sus braseros!


Aunque voté republicano
me aterraba salir.
Podría parecer
un  "señorito"  sospechoso.
Como cada mañana formé atemorizado
en la  "cola"  del pan.
Dicen que hoy habrá también
reparto de patatas.  


Al volver me detuvo una patrulla.
Me brindaba el Destino
la gloria de ser héroe,
y yo solo alcanzaba a ser cobarde.


Detrás de mí gritó
una miliciana:  
— Camaradas dejadle,
está de  "chupatintas"  
en nuestra Comandancia.
Le escoltaré yo misma hasta su domicilio.


Me resultaba familiar.
Cruzaba el correaje sus senos incipientes.
Pálida,  seria,  larguirucha,  
apenas en su boca un gracioso mohín.
— ¿Quién eres y por qué mentiste?  
¿Y por qué me has salvado?
— De ti fue mi primer y mi único juguete.