mostrándomela un maestro;
mas, elocuente y muy diestro
me la muestra con fineza
adornada con riqueza
de la forma más sentida,
no perdiendo su medida.
Quimérico nunca resta
y su voz no me molesta
si me da una sacudida.
Si le pica el gusanillo
por la décima versar
conmigo quiere quedar
a la luz de un farolillo
pa’ cantar como un chiquillo
unos versos bien sonoros
que le salen por los poros.
Una rima bien hilada
que le queda bien atada
al hacernos unos coros.
Y rondamos a la noche
abriendo la reja al día
sin que sea una porfía.
Y tejemos con derroche
tan grácil que no se tronche
la voz en un verso cojo
si la hilamos con abrojo.
Pues sabiendo que nos miran
estas voces ya suspiran
y se encienden sin cerrojo.
Helo aquí tan generoso
este verso con postura
que me quita la armadura
después de un largo reposo.
Y en un reglón muy costoso
la rima luce su brío
al darle el libre albedrío
y el júbilo a esta boca
volviéndola casi loca,
acabando con su hastío.