La Anomalía

Extraída de Google


       Elías Quimey otea la planicie desde el puesto de observación del castillo más próximo a lo que las otras Inteligencias Artificiales han llamado La Anomalía. Onésimo, a su lado, tiene los ojos del niño poeta cerrados.
       Elías, aunque no lo ve, lo sabe - su control sobre él es absoluto -, y sonríe por ello; porque estos ojos que no ven son la oscuridad necesaria para oír mejor la neurocháchara que se levanta desde los residuales humanos que perviven en las hondas psíquicas, más allá de los escombros mentales, y que ahora toman cuerpo en una entidad no carente de consciencia.