La ninfa y el sátiro (carpe diem)

1. La ninfa.

Que Neptuno saliendo
de las aguas del mar
me desmienta si miento
cuando no sea verdad.
Fue en un día otoñal
o tal vez en invierno.
Escuchad si ello os place
lo que os voy a contar:
Dibujaba espirales
en sus pechos turgentes
deslizando las manos
hacia el húmedo abdomen…
y metiendo los dedos
en el seno de sus fúlgidos muslos
una ninfa inocente
exhalaba suspiros.
Extendida en la arena
de una playa de ensueño
emulando a Narciso
su hermosura se mira
y acaricia sus pechos
y se adentra en su seno
y musita y suspira
y levita su cuerpo.
¡Ay, qué linda la niña!,
el orgasmo conoce
pletórico y profundo
en éxtasis sumida.
Y extenuada del gozo
como el sol al ocaso
arrullado por los sones del piélago
se abandona a Morfeo.


2. Y el sátiro.


Oculto en el roquedo
contemplando el desnudo de la ninfa
que a su falo con su belleza excita
libidinoso y lúbrico
su verga sacudía
el sátiro cabrón.
Enérgicos titanes
jinetes de las olas,
como los sementales
que cubren a sus hembras,
con ansias desmedidas
copulan con las rocas.
Y al ver a nuestro sátiro
celosos de la ninfa
con bríos renovados
de las aguas heladas
por el sátiro vienen
y a vaivenes lo toman
y a vaivenes lo calzan
aplicándose a fondo
con el sátiro en pompas.
Jodido entre las rocas
frustrado y empapado
las manos desatentas
la verga cuasi helada
ya no tiene más ganas
de espiar a la ninfa
de tocarse el badajo.
Y el ridículo sátiro
farfullando improperios
con el falo colgando,
¡no os diré qué decía!,
de su vano escondrijo
salía y escapaba...



¡IMAGINA QUÉ ESTAMPA!



Antonio Capilla, EL ÁGUILA DE FUEGO CON LAS ALAS DEL TIEMPO, Huerga y Fierro Editores, Madrid, 2013