Las calles están vacías
en este mundo desierto,
sin caprichos ni bondades,
todo lleno de lamentos.
Los ayes que al viento escapan,
pregoneros del infierno,
nos anuncian por doquier
que si dices te hacen preso;
preso sin voz y sin voto
a fuer del poder infecto,
ese que tiene la hartura
de las miserias del pueblo:
el hambre y el malquerer
de tantos padres sin sueldo
y olvidos y desamores
de los que no tienen techo.
Aquí termino mi trova
sin temor a tales pleitos,
no sea que por hablar
me hagan silente esos necios
en la sombra de la noche:
desierta, negra, sin cuentos.