Extraída de Google |
A la derecha de la pantalla del ordenador, un flexo de luz blanca y fría. Más allá un ventilador apagado y un cubilete de paredes transparentes lleno de bolígrafos. Todavía más allá, una esbelta anforita de plata, unas piedras de la mina de cobre a la que va mi hermano a por minerales, aficionado que es a esto de la geología; y un teléfono inalámbrico.
A la izquierda de la pantalla, la impresora, la vela encendida que perfuma el aire con vientos de pino. Y debajo, la grapadora. Algunas de las heridas de mi vientre están cosidas también con grapas metálicas.