Un traje nuevo

       Siempre me he preguntado qué piensan los soldados al morir. Me parece apropiado aquí tirado sobre esta monumental montaña de escombros en un planeta perdido, con las constantes vitales debilitadas y perdido el contacto con mi Unidad. No me llegan sonidos de combate en las proximidades, tan solo ocasionales detonaciones lejanas. Sin embargo, sé que volverán. La Plaga no hace prisioneros, ni deja moribundos atrás. Soy consciente de que me han aparcado, concentrados sus esfuerzos en dar caza a los restos de la Tercera Compañía, sabiéndome más allá de cualquier posibilidad de rescate. Un pitido del infierno me taladra el cerebro. La radio ha vuelto a la vida, aunque sea temporalmente.
       — Oficial Rogers. Le escuchamos con mucha interferencia. No conseguimos determinar su posición. Los sistemas de su equipo de combate están desactivados al 90 por cien. Cambio.
       — Aquí Rogers. Extracción no procedente. La Compañía Easy ha sido barrida. Repito. La Compañía Easy ha sido barrida. El Sector Delta en manos del enemigo. Cambio.
       — Recibido Oficial. Lo lamento —Ruido de estática.
       Al diablo. Prefiero morir solo que rodeado de cháchara burocrática. Por el rabillo del ojo observo el indicador de oxígeno. Estoy en las últimas. No serán las heridas las que acaben conmigo. Si mis sensores hubieran funcionado tal vez habría podido intuir la emboscada. El maldito trasto me fue a traicionar en el peor momento. Recibo otra comunicación. Dudo si pulsar el interruptor, pero finalmente me resigno. Grata sorpresa.
       — Pete, colega. Estos bastardos no me autorizan una bajada —El Oficial Watts y yo crecimos juntos, y nos graduamos en la misma promoción de la Academia. Es lo más cercano a un hermano que he tenido jamás.
       — Yo he dado esa orden. No hay nada que hacer —Mi voz tiene una serenidad que yo no siento. Intento que no me oiga jadear en busca de aire.
        — Pero colega. No dejamos a nadie atrás. Tú lo sabes mejor que nadie —Hace una pausa—. La leche, Pete. El sargento Woo ya había desechado tu viejo equipo de combate. Esa armadura tenía más agujeros que el casco de laNew Hampshire. La nueva estaba en tu compartimento del Nivel 2. Menuda mierda.
       — Olvídalo. Bajar aquí solo servirá para perder más efectivos. Este lugar es pura bazofia. Nos metimos de lleno en la trampa.
       —… Ok Pete — vacila unos instantes —. Oye tío, has de saber que han detenido a Sarah.
       — ¿Cómo dices? —La noticia me golpea como una patada genital.
       — Colaboracionismo. Parece que es una agente Vega —Sé que está encogido como si pudiera verlo. Siempre lo hace cuando da malas noticias.
       — Estuve con ella anoche, antes de salir para la Base… ¡Joder! Ahora lo entiendo —Me duele más que la herida—. Me echó las cartas, como siempre ¿Sabes? Dijo: «No aceptes un traje nuevo. Vuelve a mí».
       — La muy zorra te metió en el avispero, lo siento tío.
       Más lo siento yo, que ya no puedo responder. No me queda aire. Ahora sé lo que le pasa por la cabeza a un soldado cuando se muere, despatarrado en cualquier campo de batalla. En sus más diversas versiones, piensa: «Qué putada…».