Me he gastado demasiado dinero en sanear las paredes que levantara el abuelo nada más llegar de sus tres años de mili africana, en blanquear esos techos abovedados que tanto me gustan, en revocar las paredes y poner una alfombra de baldosas sobre la tierra, en el patio interior, que estaba hecho una pena.
La he decorado a mi gusto, para que los fantasmas que la habitan sepan que tomo posesión de ella, que ahora es mía, la casa del escritor.