101... continuación

       
       Y a renglón seguido, desde la hondura de su niñez, emerge en su memoria un caldero sobre el fuego, en una cocina de pueblo antigua, el olor de la lumbre. Sobre las llamas un chocolate mutando de sólido a líquido. En el aire el aroma del cacao hirviendo:
       — ¿Por qué esta visión ahora, precisamente ahora, cuando tengo que centrarme en la batalla? ¿Qué tiene que ver esta ventana del ayer con lo que está ocurriendo, con esta intromisión imperdonable? — piensa mientras observa el esferoidal horizonte teñido de destrucción, rojo y blanco, mientras sus ojos orgánicos se llenan con las cegadoras imágenes de las explosiones termonucleares que van golpeando las defensas, las capas superpuestas, demoliendo los cortafuegos.
       Siempre le ha intrigado en grado sumo la fingida arbitrariedad con que aparecen y desaparecen los pensamientos en su consciencia, más si los compara con las predecibles y fiables secuencias de la inteligencia artificial primaria que es él mismo. Su cerebro biológico parece vivir en el caos absoluto.
       Pero ahora, sin tiempo para reflexionar, con la presión de la reacción en todas y cada una de las nano células de su cuerpo, se deja llevar; no le importa dejarse caer en el pozo de lo incomprensible. Hay una naturalidad desconocida y comprometedora de por medio; una naturalidad que, sin embargo, siente como propia, como una sustancia suya largamente olvidada. Eso sí, como no podía ser de otra manera, anota el suceso en el blog de notas de su Inteligencia Artificial, junto a las otras miles de anotaciones más que van llenando un archivo que no para de crecer.
       De pronto el holograma de Teknos, reducido a una estructura que ocupa poco más de un metro cúbico, se hace presente en La Torre. Flota en el aire, a veinte centímetros sobre el suelo. Teknos muestra su verdadera identidad ahora, un paralepípedo de guerra de última generación vestido para la ocasión, con su uniforme de general. En momentos de excepción como éste, el guerrero tiene acceso a la totalidad de datos de los mares digitales, con poder para evaluar, levantar, desmantelar y reestructurar hasta las más intrincadas profundidades. Todos los niveles visibles del orbe digital están disponibles para él. Teknos representa la perfección destructora del número seis. El mismo Lilu parece temblar ante su presencia, tal la crueldad de las imágenes en tiempo real de todas las guerras conocidas que en sus paredes, ahora lisas y refulgentes como un cristal al medio día, se pueden observar.
       — Llena los estanque, levanta las pasarelas, sella las puertas, alza las almenas. Todos los elementos defensivos deben ser activados — ordena Lilu.
      Teknos descompone sus seis elementos y dibuja en el aire un rostro humano tridimensional pintado para el combate que sonríe sádicamente. También una mano derecha robótica de acero sobre la sien, a modo de saludo. Finalmente deja oír su voz metálica, su voz exacta, su fría voz de muerte:
       — Sí, Señor.
       Y se descompone en minúsculas lucecitas de confeti electrónico que caen y desaparecen en la nada traslúcida inferior del holograma, como si no quisieran tocar el suelo.



Continuará...