El yo digital de Elías Quimey y otras historias inverosímiles

Santiago Solano Grande
     Estimados compañeros y seguidores de este blog de Escritores en Red, como ya sabréis, hace unas semanas nuestro actual presidente, Santiago Solano Grande, presentó en la Asociación de Escritores y Artistas Españoles, sita en la calle Leganitos 10 de Madrid, su ultima novela, "El Yo digital...", y un servidor tuvo el gran honor de presentar, junto a otros autores de enorme prestigio, nuestros conocidos Emilio Porta y Alejandro Garcia, a este extraordinario escritor. Aunque otros habrán hablado ya del libro, yo vengo a colgar en este marco el discurso que preparé para el evento, donde me refiero sobre todo a su persona. Si queréis conocerle un poco mejor, dad un paso adelante y continuad leyendo.
     “Dirás, un hombre así es imposible. Los hombres mutan de embriones en bebés, y luego en niños, y luego en adolescentes, y luego en adultos, y luego en ancianos, y luego en polvo. Y yo te diré, sí, eso es así, pero no siempre. Hay hombres ya adultos en plena pubertad, y adultos como niños, y ancianos como adolescentes. Hay quienes son jóvenes de espíritu hasta el último día de sus vidas, siempre con deseos de aprender, hombres necesitados de saber, de hacer cosas para seguir respirando; y así, hasta que todo se vuelve imposible. Y es ahí cuando mueren.
     “Dirás sí, todo esto está muy bien, pero un hombre solo agua y solo hielo es imposible. Si existiera no sería un hombre, sería otra cosa, una mutación, una bestia, algo fuera de lo normal. Yo te diré. Ves, ahí está precisamente la soledad de este hombre: nadie, ni tú mismo, le quiere, ni tú mismo puedes creer lo que le ocurre. De ahí el frío atenazando su corazón, su corazón de hielo y agua. Y no obstante, si te acercas un poquito a él, ese corazón late. Escucha. Late. Y te diré más, sangra. Eso sí, las gotas de su corazón son solo de agua.”
     Quisiera que sirva este pasaje, extraído del libro de Santiago Solano, “El autobús 538”, para sostener mi opinión de que no estamos ante un autor cualquiera. Llevo varios años siguiendo sus creaciones y tengo que decir que todas ellas, sean del estilo y la temática que sean, reúnen unas características comunes: máximo cuidado en la composición y lenguaje predominantemente poético incluso en su prosa, imaginación desbordante, gusto por el misterio, por la ciencia ficción, por la mitología, descripciones pormenorizadas y detallistas que rebosan delicadeza y sensibilidad, ritmo sosegado, preocupación por el paso del tiempo, profundización conceptual filosófica…
     Que me disculpe mi amigo Santiago si lo que voy a decir ahora le disgusta, a pesar de que no es la primera vez que me lo oye, y si alguien interpreta algo negativo es que no me habrá entendido bien.
     Conozco, dentro de mi entorno próximo, unos cuantos escritores de mucho oficio, la lectura de cuyos textos, con regularidad notables, me causan siempre un placentero deleite. Luego hay otros autores, no demasiados, magistrales, y sus escritos, invariablemente sobresalientes, me producen un extraordinario gozo.
     Pues bien, para mí, este genial escritor, que tenemos el gusto de presentar hoy, no es nada regular. Sí, redacta francamente muy bien cuando se esfuerza en alcanzar la perfección, pero… cuando se olvida de este noble afán, durante algunas fases creativas de sus obras, es entonces cuando escribe como un auténtico maestro, sin parangón, porque entonces las palabras parecen bajar desde lo más elevado de su espíritu sin pasar por el tamiz de la intelectualidad, plasmándose las ideas de forma diáfana, transparente, poderosa... Y en esas ocasiones nos toparemos con páginas de sublime factura. Y pongo la mano en el corazón que esto no lo digo por decir, Santiago, es un autor fuera de serie, al que convendría más restar que adicionar nociones estilísticas que en ocasiones le lastran impidiéndole alcanzar la genialidad que le es innata, demostrada en esos picos de excelencia que nadie puede superar. Disculpadme el que piense que yerro en mis apreciaciones, todo lo expuesto es según mi modesta opinión.
     Y si esto digo del artista, del creador literario, qué contar de la persona. Le conozco, en su faceta laboral, desde hace ya unos cuantos años. Hemos sido medio compañeros de trabajo, y puedo asegurar, sin duda alguna, que, en lo profesional resultaba un trabajador intachable, lo certifico.
     Muchos de los aquí presentes, saben de su hacer como miembro señalado de la Asociación de Escritores en Red, Marqués de Bradomín, más conocida por EnR, entidad, que él mismo fundó junto con otros pocos, ostentando ahora mismo el cargo de Presidente de la misma. Una corporación de autores en lento pero continuo crecimiento, que se sostiene en gran medida gracias a su dedicación constante, y que en ocasiones ha sacado adelante personalmente mediante esfuerzos titánicos. Por supuesto no está solo en este empeño, sería injusto no reconocer a otros socios que han resultado indispensables en su devenir, como mis acompañantes aquí presentes.
     Pero volviendo al protagonista del acto, referir de él, que no es únicamente un hombre dotado de talento, sino una especie de héroe homérico, un guerrero poseedor de energías colosales. No creáis que estoy adulándole falsamente, por ser para mí un gran amigo, sino que tengo argumentos para ello.
     Como muestra, un botón; hace poco, como sabréis, EnR realizó un acto en Urueña, Villa del Libro, para presentar nuestra antología 2014 en papel; pues bien, Santiago, estando casi recién intervenido quirúrgicamente por un asunto serio, fue capaz de convertirse en chofer de una de las furgonetas contratadas, y conducirla por casi quinientos kilómetros, ente ida y vuelta, en lo que resultó una jornada, atractiva, sí, pero al mismo tiempo maratoniana y estresante, lo digo por experiencia propia, y nuestro Presidente ya no es precisamente un niño aunque le quede un inmenso futuro por delante.
     Hace años, al objeto de otra presentación, le hice una pequeña entrevista que me pareció necesaria para conocerlo un poco mejor, y la verdad es que sus confesiones me dejaron sorprendido, tanto, que le aconseje que algún día publicase sus memorias. Sin que sea mi propósito desvelar demasiado, la vida de este hombre, al menos en lo que corresponde a sus etapas infantil y juvenil, es digna de compararse a la de los protagonistas de las novelas de Dickens: Durísima infancia inmersa en un desamparo impuesto por las circunstancias y jalonada por épicas luchas contra otros niños; y, en la mocedad, sacrificios extremos para poder costearse los estudios universitarios, desde trabajos como descargador de muelle, hasta el uso de un carné de indigente para poder llevarse algo a la boca. En fin, una vida casi de leyenda, poblada de no pocas epopeyas e infinitas anécdotas.
    Puede que sea por esto, sumado a su ingenio natural, que cuanto nos relata Santiago, sea en prosa, sea en verso, nos produce en el ánimo un impacto emocional imborrable.
    No he tenido ocasión de leer el libro que se presenta, pero estoy seguro de que su factura será excelente, la firma de su autor lo garantiza, y a nadie dejará indiferente.
     Gracias a todos por vuestra atención y a Santiago desearle todo el éxito del mundo.