Las palabras me arrastran

     Las palabras me arrastran por sendas misteriosas, invitándome en cada rincón del tiempo a detener mis pasos y escribir unas letras sobre la cuartilla recelosa del recuerdo, da igual que sea un melancólico poema o un aventurero relato donde se mezclen las vivencias más extravagantes. Qué más da! El caso en sentirse vivo y poder brindar con las copas, tantas veces usadas, de los recuerdos, hay que impedir que el cristal del espejo se empañe y ya no podamos divisar el rostro risueño de la esperanza.

     Sorbo a sorbo, con esmero, hay que destilar las ilusiones diarias, porque la vida, en muchas ocasiones, es terriblemente dura y las palabras pueden asfixiarse en su propio bilis, entonces, ya nada tendrá sentido.

     Debemos ser pacientes, administrar convenientemente las emociones, disfrutar intensamente las pequeñas cosas que encontremos a lo largo del camino y, sobre todo, hay que atreverse a ultrajar los misterios de los relojes impertinentes que aguardan que nuestras huellas se borren en el fango de la soledad.

     Con el alba las ventanas se abren a un horizonte incierto, confuso, y las palabras han de guiarnos a través de los versos sueltos de la existencia humana.