Walt Disney nos tenía miedo

A mi sobrina le encanta
la madrastra de Cenicienta.
Sólo por eso,
ya sé que será más lista que yo.
Confieso que a mí me gustaban las princesas:
las tontas,
las quietas,
las calladas,
las sumisas,
las dormidas
a la espera de que un tipo rico,
y con poder por obra de espermatozoides me salvara.


Cenicienta aguantó explotación laboral
hasta el día que le regalaron un vestido caro.


Ariel aceptó perder su voz
por eso que le dijeron que se llamaba amor.


Mulán tras apretarse los pechos para esconderlos
y ganar una guerra,
terminó únicamente ganando un marido.


La mujer que viste raro,
que ríe a carcajadas,
que interrumpe a los hombres
y vive sola
es siempre la mala.


Los cuentos de princesas
son la forma que tiene el poder
de enseñarte poquito a poco
cuál debe ser tu lugar.


Pero de esto te das cuenta más adelante
cuando ya es irremediable que seas feminista
y descubres que cualquier país,
por lejano que esté,
siempre será mejor sin principes ni princesas.