Cibeles

(Foto copiada de Google)

9-10-15. Hace cuarenta y ocho años que llegué a Madrid. Me costó que una capital tan grande entrara en mí, pero hoy, sin dejar de ser abulense de El Barraco, me siento madrileño de pura corrala.
ooooooooooooooo

Será porque soy de pueblo que escribo cosas añejas,
de labranzas y ganados, de miserias y de penas.
También por capitalino, quiero ponerme una prueba:
La Cibeles es la dama, será la musa más bella.
No sé si seré capaz de encender en esa mecha
la chispa de la medida, la cadencia y el fonema.

A ello voy, señora pulcra, en esa fuente y patena
donde se quita el Madrid el sudor de sus proezas
con permiso de las tropas del palacio de la Buena,
de la Buenavista, digo, de Colón y la Cabeza,
la Santa de San Isidro, que es el patrón de las ferias
con los bailes de Barbieri “pa” chulapos y morenas.

Quién te lo iba a decir, que mirando a Muñoz Seca,
tu plaza, que no es la tuya, Castelar es quien la ostenta,
junto al Palacio de Murga y la calle Juan de Mena,
los fantasmas de Linares y el banco de las monedas,
Recoletos y Barquillo y la Gran Vía, eterna:
solaz de reyes y nobles y los guapos de tu Grecia.

De las diosas del amor serás la más satisfecha,
además del pastor Atis todo Madrid te venera,
y hasta el que viene de pueblo enseguidita se ambienta
entre El Retiro y El Prado como quien ya no es de fuera,
porque Madrid es Madrid y a cualquiera nos alberga,
gracias a su casticismo y a Cibeles, que es su reina.